Saturday, March 25, 2017

1967: Encuentro Cercano en Munroe Falls, Ohio (EEUU)



1967: Encuentro Cercano en Munroe Falls, Ohio (EEUU)
Por Scott J. Santa
[Boletín del Mutual UFO Network of Ohio – Otoño 2006]
Traducción de Scott Corrales para Arcana Mundi

Durante una charla sobre OVNIS con Bill Jones y Rick Hilberg (integrantes del grupo Mutual UFO Network of Ohio) recordé un evento de aterrizaje OVNI sucedido aproximadamente 2 /12 millas de mi hogar. Bill me alentó a escribir un artículo sobre este evento para nuestro boletín, y lo presento aquí.

Este es el relato del Sr. David Morris de Munroe Falls, Ohio, de lo que bien puede ser el primer caso conocido de una agresión contra el tripulante de un disco. Un caso que, según Rick Hilberg, “jamás recibió la publicidad y atención que se merecía,” aunque Rick apuntó enseguida que el motivo posiblemente tenía que ver con que el evento era “demasiado raro” para la época en la que ocurrió.
Corría el año 1967, el 28 de marzo. El Sr. David Morris, de 20 años de edad, rectificador en la fábrica Lamb Electric de Kent, Ohio, finalizó su turno a las dos de la madrugada y se dirigió a su casa a lo largo de la carretera 59 oeste, haciendo un viraje a la izquierda en Marsh Road, luego haciendo un atajo para llegar a North River Road, camino que acostumbraba tomar para evitar el tráfico en la 59 y que le conduciría directamente a Munroe Falls.

El mundo de Morris cambió tras de hacer aquel viraje en North River Road.

Cuenta Morris que estaba conduciendo mucho más lento que lo acostumbrado debido a las condiciones de neblina de aquella madrugada. El camino desciende una pequeña hondonada, luego asciende y se nivela. Al salir de la hondonada a las 2:20 a.m. aproximadamente, Morris detectó un resplandor anaranjado-rojizo a su izquierda, y que le hizo pensar en el incendio de alguna casa o granero. Automáticamente redujo la marcha de su Chevy del ’64. Era posible que algún hogar hubiese sido impactado por un relámpago, puesto que la noche anterior había presenciado actividad tormentosa. Pero al llegar a la cima de la colina, pudo percibir un objeto “con forma troncocónica o de cuña” situado a 25-30 yardas a su izquierda y al sur del camino, en un trigal. Morris pensó que el objeto tendría unos 25 pies de alto y 12 pies de ancho en su base. En la parte superior del objeto, rematada en un triángulo, había un objeto esférico. El objeto era translúcido, aunque la luz – intensa pero suave y uniforme – daba el aspecto de verse a través de un cristal escarchado. Mientras que Morris apartaba su vista el objeto para concentrarse en el camino, su curiosidad se trocó en horror. A unas 45-50 pies frente a su vehículo había cuatro o cinco criaturas de aproximadamente 3-4 pies de alto con cabezas desproporcionadamente grandes, que despedían el mismo anaranjado-rojizo que el objeto en el trigal. Morris declaró no saber si los pequeños seres tenían cascos, pero sus cabezas sí eran descomunales. Los cuerpos tenían aspecto robusto y decididamente humanoide. No podía distinguir la indumentaria, pero tenía la impresión de que vestían una especie de traje enterizo.



Los seres diminutos corrieron de un lado del camino al otro con mayor rapidez y agilidad que la del propio Morris. Parecían moverse deliberadamente a lo largo de una zanja de desagüe al costado de la carretera para llegar al lado opuesto. Los seres no dieron señal alguna de haberse percatado de Morris, a pesar del brillo de los faros de su coche. Morris pisó los frenos, pero esto no bastó para detener el vehículo. Pudo sentir y escuchar un golpe sordo a la vez que el coche impactaba contra uno de los seres que cruzaba el camino. Morris afirma haber visto un brazo “como un mitón sin pulgar” sacudiéndose en la esquina delantera derecha del automóvil, que se desplazó unos ocho o diez pies más antes de detenerse por completo. Casi por instinto, Morris se dispuso a abrir la puerta, antes de que se le ocurriera el pensamiento: “Si he herido o dado muerte a uno de los suyos, es posible que me hagan lo mismo a mí”. Aterrorizado ante esta perspectiva, el conductor abandonó el lugar de los hechos a toda prisa. Mirando por el retrovisor, pudo ver que los seres estaban parados, formando un grupo, aunque no pudo discernir si uno de ellos yacía en el camino. Cuando finalmente llegó a su hogar, Morris afirma haberse sentado en su sala, totalmente alucinado, y posteriormente haberse ido a la cama a dormir.

Por la tarde, acompañado por un amigo, Morris regresó al lugar, pero no pudo hallar evidencia de los eventos de la madrugada salvo por las marcas del derrape de su auto. No había rastro del objeto extraño en el trigal, ni pisadas ni otra evidencia de las correrías de los pequeños seres. El auto, por otro lado, delataba las marcas de impactos contra el parachoques y el anillo del faro delantero, sufridos en las últimas 24 horas. Morris sabía esto a ciencia cierta, ya que lavaba su vehículo a diario, y las abolladuras no habían estado presentes el día anterior.
Morris se negó a dar parte a las autoridades sobre el incidente, temiendo el ridículo. Cualquier evidencia que pudo haber subsistido en el parachoques fue destruida esa tarde, puesto que el conductor lavó y enceró su Chevy esa tarde antes de dirigirse al trabajo. Virgil E. Tarlton entrevistaría a Morris posteriormente, haciendo los siguientes apuntes:

a) Morris tuvo la impresión de que el objeto cónico se cernía entre 2 a 3 pies sobre el suelo.
b) Que la luz provenía del interior del objeto.
c) Que el objeto no se movía, y que el resplandor no cambiaba su intensidad.
d) No se observaron marcas, ventanas, puertas ni sonido.
e) Recordó un olor parecido al “bronce caliente”, concediendo que pudo haber provenido de su propio coche, pero no consideraba que tal fuese el caso.
f) El vehículo no se vio afectado por el objeto. Las luces y el motor funcionaron correctamente.
g) No experimentó sensación de calor, aunque sintió un sudor frío luego de ver las criaturas.

Todos aquellos que fueron interrogados sobre la honestidad y confiabilidad de Morris tenían muy buen concepto de él. Según sus amigos, colegas y el investigador, Morris les describía un suceso real. Según el comité de casos de ocupantes de la NICAP:

“La reacción del muchacho [Morris] es muy creíble, sobre todo la secuencia del impacto y la posterior huida del conductor”, afirmó el doctor Norman S. Wolf. El color rojizo de los seres pudo haber sido un reflejo del resplandor de la nave, si los tripulantes llevaban trajes metálicos.”

El psicólogo Allen S. Mariner concordó que “la reacción emocional del testigo parecía factible. El cuadro general del testigo no sugiere aberraciones psicológicas significativas”. Consideró, además, que las reacciones del testigo fueron factibles.
El incidente fue investigado por Charles E. Toner y Roy Wiley del subcomité de NICAP basado en Pittsburgh.

Recuerdo haber leído sobre este caso hace algunos años durante mi servicio militar, sorprendiéndome de que hubiese sucedido en Munroe Falls, poblado cercano al lugar donde crecí, que es Cuyahoga Falls. Ahora trabajo en Munroe Falls como cartero para el servicio postal de los Estados Unidos, y hago entregas a lo largo de North River Road, y estoy razonablemente seguro de saber exactamente dónde sucedió el evento, a pesar de haber transcurrido 30 años.



Antes de escribir esto, repetí el recorrido que hiciera David Morris camino a su hogar aquella noche. Hice el viraje de la carretera 59 a Marsh Road, siguiendo dicha ruta hasta su final, en la que se puede ir a la izquierda (con rumbo a Kent) o a la derecha, hacia Munroe Falls. Varios de los informes hacían mención de North River Road como “Munroe Falls Road” o “Little River Road”. Justo después de realizar un viraje a la derecha en North River se llega a una hondonada que desciende bajo el nivel del horizonte, luego sube, y se nivela con el horizonte, precisamente como lo describió Morris. Pero ahora hay un club de golf donde Morris tuvo su avistamiento – el Roses Run Country Club, y un fraccionamiento de alta clase llamado Pambi Farms. A la derecha pueden apreciarse casas estilo granjas más viejas, probablemente de 30 a 50 años de edad, y el aeropuerto de Kent yace a ½ milla más allá del campo adyacente en terrenos abiertos y baldíos. Es un aeropuerto muy pequeño, utilizado por monoplazas y avionetas privadas.

Intuyo que en 1967 este lugar era bastante desolado y aislado, con pocas casas aparte de las mencionadas arriba. El evento definitivamente pudo haber sucedido sin que nadie más lo haya visto, sobre todo en el marco temporal indicado. Como postdata, hay una familia Morris en mi ruta de entregas – gente de edad avanzada que veo esporádicamente – pero no tengo la intención de hacerles preguntas sobre esto. Limitémonos a considerar lo sorprendente del caso tal como fue. ¡Espero que el lector haya gozado de este viaje a través de la historia ovnilógica del estado de Ohio!

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