Thursday, March 30, 2017

El incidente de los "ovnis mineros"



El incidente de los "ovnis mineros"
Por Scott Corrales (c)2017 para Arcana Mundi


Tecleando estas letras a comienzos de la primavera de 2017 se puede afirmar que hay aspectos de la ovnilogía clásica que ya no tienen cabida en nuestros parámetros investigativos o sencillamente han pasado a la historia. De nada sirve interesar a las nuevas generaciones en la línea BAVIC, ni en el triángulo de las Bermudas y su confusa historia, ni en las afirmaciones de Velikovsky (aunque el fallecido estudioso estaría muy a gusto en programas como Ancient Aliens...), y la clásica escala de Hynek - los encuentros cercanos del 1ro, 2do y 3er tipo - tampoco encaja muy bien en la era de las conspiraciones, la demanda del "destape", las afirmaciones de bases militares estadounidense en Marte, la "civilización fugitiva" creada por los nazis en la luna y otros temas que ocupan la agenda de los congresos.

Pero podemos hacer excepciones, como en todo, y hay una muy digna de hacerse en un caso olvidado de la década de los '60 que oscila en la angosta frontera de los CE-2 - encuentros en que ha habido aterrizaje y/o evidencia física - y la alta extrañeza.

Se trata del caso de los "OVNIS mineros" descritos por el Sr. Buzz Montague, vecino del estado de Idaho en el corazón de las montañas Rocosas o Rocallosas del América del Norte. Montague pertenecía a la antigua grey de exploradores cautivados por la exuberante naturaleza del continente, a menudo dedicando sus vidas a ello, y sus viajes incluyeron una experiencia ovni singular en el "páramo de Selway" (Selway Wilderness) de la cordillera Spring Creek, donde el protagonista de la narración iba de caza con sus compañeros. A mediados de los '60 - puesto que Montague afirmaba no recordar la fecha exacta - el cazador y su amigo Bill Andrews se dispusieron a probar suerte durante la temporada de otoño. Ambos decidieron acampar en un peñasco que les proporcionaba una magnífica vista del valle circundante.

Pasaron una noche tranquila bajo las estrellas y al despertar a las seis de la mañana les extrañó mucho ver un resplandor, o un punto brillante, sobre el vertedero de minerales perteneciente a la mina Spring Creek, al otro lado del valle. Los cazadores pudieron lograr una mejor observación a través de las miras telescópicas de sus respectivas escopetas, y la magnificación a la décima potencia les dejó sorprendidos: el punto resplandeciente era en efecto tan solo uno de cuatro objetos que se cernían sobre el depósito de minerales.

Los misteriosos objetos disponían de apéndices o "tubos" que sobresalían de su parte superior y penetraban los montones de escoria. Uno a uno, los objetos se desconectaban para ascender hacia una nave nodriza fusiforme que flotaba a unos mil pies (300 metros) sobre la superficie.



El aumento de sus miras telescópicas les permitió ver que la nave nodriza contaba cuatro zonas socavadas en las que cabían perfectamente estos "ovnis mineros", alojados tan perfectamente que no era posible distinguirlos del resto de la nodriza. Después de algún tiempo, los "ovnis mineros" se desprendían para volver al depósito de escoria, repitiendo el proceso de captura de materiales.

El sol salía entre las majestosas montañas y los cazadores permanecían absortos, haciendo al lado totalmente el propósito de su visita a la región. Estimaron que los objetos tomaron entre cuarenta y cinco minutos y una hora y media para realizar su misión, los viajes de ida y vuelta desde la nave nodriza hasta el depósito. En cierto momento, los ovnis mineros quedaron adheridos a su nodriza de forma permanente, y el objeto se desplazó hacia el noroeste, desapareciendo del todo.

La explicación obvia - y que resultaría de mayor agrado a los creyentes en la HET - es que los cazadores habían visto una nave extraterrestre aprovechando minerales de nuestro mundo para hacer reparaciones, abastecerse de fuerza para proseguir su viaje, o algún otro motivo congruente con situaciones que hemos visto en la ciencia-ficción. De hecho, estas misiones de reabastecimiento formaban parte casi fija de los guiones de Cosmos:1999 y Battlestar Galáctica.

Los investigadores de la desaparecida organización APRO (Aerial Phenomena Research Organization) no tardaron en señalar que los objetos enfrascados en la actividad "minera" no aprovechaban minerales utilizables, sino la escoria - los restos de minerales valiosos ya extraídos por la empresa operadora de la mina Spring Creek.



Como sucedía en aquellos tiempos - y tal vez aún suceda hoy - el fenómeno ovni trataba de dar la apariencia de realizar un estudio planetario al servicio de alguna federación o imperio galáctico. Cabe recordar que en el famoso caso de la isla Maury en 1947, los "platillos bamboleantes" durante dicho evento descargaron prodigiosas cantidades de un material que no resultó ser ninguna aleación exótica, sino escoria de hierro (un trozo del cual cobraría la vida del perro de uno de los protagonistas del caso). Idaho es el estado contiguo a Washington, donde se encuentra Maury Island. ¿Se trataría acaso de una continuación de la misma actividad, separada en el tiempo por dos décadas?

La mina Silver Creek en el condado de Lemhi queda cerca del bosque nacional Salmon-Challis y en su momento fue una productora de oro. La mina lleva décadas de estar cerrada y la web thediggings.com indica que no existen planes para su reactivación. Sabemos que el fenómeno ovni siempre ha manifestado un interés marcado en el oro y las minas que lo producen (y nos hace recordar los destrozos causados por un objeto volador no identificado en Adjuntas, Puerto Rico al penetrar las pesadas planchas de hierro que sellaban uno de los pozos de prueba cavados para localizar oro esa región).

Saturday, March 25, 2017

1967: Encuentro Cercano en Munroe Falls, Ohio (EEUU)



1967: Encuentro Cercano en Munroe Falls, Ohio (EEUU)
Por Scott J. Santa
[Boletín del Mutual UFO Network of Ohio – Otoño 2006]
Traducción de Scott Corrales para Arcana Mundi

Durante una charla sobre OVNIS con Bill Jones y Rick Hilberg (integrantes del grupo Mutual UFO Network of Ohio) recordé un evento de aterrizaje OVNI sucedido aproximadamente 2 /12 millas de mi hogar. Bill me alentó a escribir un artículo sobre este evento para nuestro boletín, y lo presento aquí.

Este es el relato del Sr. David Morris de Munroe Falls, Ohio, de lo que bien puede ser el primer caso conocido de una agresión contra el tripulante de un disco. Un caso que, según Rick Hilberg, “jamás recibió la publicidad y atención que se merecía,” aunque Rick apuntó enseguida que el motivo posiblemente tenía que ver con que el evento era “demasiado raro” para la época en la que ocurrió.
Corría el año 1967, el 28 de marzo. El Sr. David Morris, de 20 años de edad, rectificador en la fábrica Lamb Electric de Kent, Ohio, finalizó su turno a las dos de la madrugada y se dirigió a su casa a lo largo de la carretera 59 oeste, haciendo un viraje a la izquierda en Marsh Road, luego haciendo un atajo para llegar a North River Road, camino que acostumbraba tomar para evitar el tráfico en la 59 y que le conduciría directamente a Munroe Falls.

El mundo de Morris cambió tras de hacer aquel viraje en North River Road.

Cuenta Morris que estaba conduciendo mucho más lento que lo acostumbrado debido a las condiciones de neblina de aquella madrugada. El camino desciende una pequeña hondonada, luego asciende y se nivela. Al salir de la hondonada a las 2:20 a.m. aproximadamente, Morris detectó un resplandor anaranjado-rojizo a su izquierda, y que le hizo pensar en el incendio de alguna casa o granero. Automáticamente redujo la marcha de su Chevy del ’64. Era posible que algún hogar hubiese sido impactado por un relámpago, puesto que la noche anterior había presenciado actividad tormentosa. Pero al llegar a la cima de la colina, pudo percibir un objeto “con forma troncocónica o de cuña” situado a 25-30 yardas a su izquierda y al sur del camino, en un trigal. Morris pensó que el objeto tendría unos 25 pies de alto y 12 pies de ancho en su base. En la parte superior del objeto, rematada en un triángulo, había un objeto esférico. El objeto era translúcido, aunque la luz – intensa pero suave y uniforme – daba el aspecto de verse a través de un cristal escarchado. Mientras que Morris apartaba su vista el objeto para concentrarse en el camino, su curiosidad se trocó en horror. A unas 45-50 pies frente a su vehículo había cuatro o cinco criaturas de aproximadamente 3-4 pies de alto con cabezas desproporcionadamente grandes, que despedían el mismo anaranjado-rojizo que el objeto en el trigal. Morris declaró no saber si los pequeños seres tenían cascos, pero sus cabezas sí eran descomunales. Los cuerpos tenían aspecto robusto y decididamente humanoide. No podía distinguir la indumentaria, pero tenía la impresión de que vestían una especie de traje enterizo.



Los seres diminutos corrieron de un lado del camino al otro con mayor rapidez y agilidad que la del propio Morris. Parecían moverse deliberadamente a lo largo de una zanja de desagüe al costado de la carretera para llegar al lado opuesto. Los seres no dieron señal alguna de haberse percatado de Morris, a pesar del brillo de los faros de su coche. Morris pisó los frenos, pero esto no bastó para detener el vehículo. Pudo sentir y escuchar un golpe sordo a la vez que el coche impactaba contra uno de los seres que cruzaba el camino. Morris afirma haber visto un brazo “como un mitón sin pulgar” sacudiéndose en la esquina delantera derecha del automóvil, que se desplazó unos ocho o diez pies más antes de detenerse por completo. Casi por instinto, Morris se dispuso a abrir la puerta, antes de que se le ocurriera el pensamiento: “Si he herido o dado muerte a uno de los suyos, es posible que me hagan lo mismo a mí”. Aterrorizado ante esta perspectiva, el conductor abandonó el lugar de los hechos a toda prisa. Mirando por el retrovisor, pudo ver que los seres estaban parados, formando un grupo, aunque no pudo discernir si uno de ellos yacía en el camino. Cuando finalmente llegó a su hogar, Morris afirma haberse sentado en su sala, totalmente alucinado, y posteriormente haberse ido a la cama a dormir.

Por la tarde, acompañado por un amigo, Morris regresó al lugar, pero no pudo hallar evidencia de los eventos de la madrugada salvo por las marcas del derrape de su auto. No había rastro del objeto extraño en el trigal, ni pisadas ni otra evidencia de las correrías de los pequeños seres. El auto, por otro lado, delataba las marcas de impactos contra el parachoques y el anillo del faro delantero, sufridos en las últimas 24 horas. Morris sabía esto a ciencia cierta, ya que lavaba su vehículo a diario, y las abolladuras no habían estado presentes el día anterior.
Morris se negó a dar parte a las autoridades sobre el incidente, temiendo el ridículo. Cualquier evidencia que pudo haber subsistido en el parachoques fue destruida esa tarde, puesto que el conductor lavó y enceró su Chevy esa tarde antes de dirigirse al trabajo. Virgil E. Tarlton entrevistaría a Morris posteriormente, haciendo los siguientes apuntes:

a) Morris tuvo la impresión de que el objeto cónico se cernía entre 2 a 3 pies sobre el suelo.
b) Que la luz provenía del interior del objeto.
c) Que el objeto no se movía, y que el resplandor no cambiaba su intensidad.
d) No se observaron marcas, ventanas, puertas ni sonido.
e) Recordó un olor parecido al “bronce caliente”, concediendo que pudo haber provenido de su propio coche, pero no consideraba que tal fuese el caso.
f) El vehículo no se vio afectado por el objeto. Las luces y el motor funcionaron correctamente.
g) No experimentó sensación de calor, aunque sintió un sudor frío luego de ver las criaturas.

Todos aquellos que fueron interrogados sobre la honestidad y confiabilidad de Morris tenían muy buen concepto de él. Según sus amigos, colegas y el investigador, Morris les describía un suceso real. Según el comité de casos de ocupantes de la NICAP:

“La reacción del muchacho [Morris] es muy creíble, sobre todo la secuencia del impacto y la posterior huida del conductor”, afirmó el doctor Norman S. Wolf. El color rojizo de los seres pudo haber sido un reflejo del resplandor de la nave, si los tripulantes llevaban trajes metálicos.”

El psicólogo Allen S. Mariner concordó que “la reacción emocional del testigo parecía factible. El cuadro general del testigo no sugiere aberraciones psicológicas significativas”. Consideró, además, que las reacciones del testigo fueron factibles.
El incidente fue investigado por Charles E. Toner y Roy Wiley del subcomité de NICAP basado en Pittsburgh.

Recuerdo haber leído sobre este caso hace algunos años durante mi servicio militar, sorprendiéndome de que hubiese sucedido en Munroe Falls, poblado cercano al lugar donde crecí, que es Cuyahoga Falls. Ahora trabajo en Munroe Falls como cartero para el servicio postal de los Estados Unidos, y hago entregas a lo largo de North River Road, y estoy razonablemente seguro de saber exactamente dónde sucedió el evento, a pesar de haber transcurrido 30 años.



Antes de escribir esto, repetí el recorrido que hiciera David Morris camino a su hogar aquella noche. Hice el viraje de la carretera 59 a Marsh Road, siguiendo dicha ruta hasta su final, en la que se puede ir a la izquierda (con rumbo a Kent) o a la derecha, hacia Munroe Falls. Varios de los informes hacían mención de North River Road como “Munroe Falls Road” o “Little River Road”. Justo después de realizar un viraje a la derecha en North River se llega a una hondonada que desciende bajo el nivel del horizonte, luego sube, y se nivela con el horizonte, precisamente como lo describió Morris. Pero ahora hay un club de golf donde Morris tuvo su avistamiento – el Roses Run Country Club, y un fraccionamiento de alta clase llamado Pambi Farms. A la derecha pueden apreciarse casas estilo granjas más viejas, probablemente de 30 a 50 años de edad, y el aeropuerto de Kent yace a ½ milla más allá del campo adyacente en terrenos abiertos y baldíos. Es un aeropuerto muy pequeño, utilizado por monoplazas y avionetas privadas.

Intuyo que en 1967 este lugar era bastante desolado y aislado, con pocas casas aparte de las mencionadas arriba. El evento definitivamente pudo haber sucedido sin que nadie más lo haya visto, sobre todo en el marco temporal indicado. Como postdata, hay una familia Morris en mi ruta de entregas – gente de edad avanzada que veo esporádicamente – pero no tengo la intención de hacerles preguntas sobre esto. Limitémonos a considerar lo sorprendente del caso tal como fue. ¡Espero que el lector haya gozado de este viaje a través de la historia ovnilógica del estado de Ohio!

Sunday, March 12, 2017

Bigfoot: El asedio de los monstruos



Bigfoot: El asedio de los monstruos
Por Scott Corrales © 2017

"Me sorprende mucho cuando la gente afirma que ya no quedan espacios naturales en Norteamérica. Es obvio que nunca han estado aquí."
-- Autumn Williams, criptozoóloga


Comencemos por reconocer el hecho de que América del Norte – a pesar de su grandes ciudades, sus caudalosos ríos, y la proliferación de la alta tecnología - es un lugar mayormente vacío. Las grandes urbes dan paso a los suburbios y estos a caminos vecinales que unen pueblos pequeños de tamaño variable, de diez mil almas en algunos o de un puñado de familias en otro. Más allá se encuentran los extensos bosques, pantanos y páramos que constituyen una delicia para el senderista, el cazador (incluyendo el furtivista) y el pescador. Una enorme extensión que va desde el Golfo de México hasta el Océano Ártico de Canadá. Hasta estados de gran población como Nueva Jersey, en la sombra de las luces de Nueva York, contienen zonas despobladas como los Pine Barrens, región que ocupa todo el sur de dicho estado y que adquirió fama como capítulo en la serie “Los Sopranos” de HBO.

Afirmar que son regiones despobladas no es del todo cierto, puesto que la tradición y la realidad cotidiana afirman que son el hogar de seres enigmáticos y a veces aterradores.

En 1991, el periódico News Herald de la población de Mansfield, Wisconsin publicó una nota periodística firmada por Greg Seubert en el que se mencionaba la extraña odisea del matrimonio Massman – Klaus y Rita – cuya realidad cotidiana se vio afectada por el descubrimiento de extrañas marcas en el suelo de su propiedad.

El terreno ocupado por la familia, una extensión de 32 hectáreas, consiste mayormente de bosques y pantanos a lo largo del rio Big Eau Pleine, al sur del parque condadal Cherokee. El 9 de julio de aquel año, Raimund Massman, hijo de la pareja, avisó a su madre que había descubierto “la pisada de un mono” en el lodo. La madre se negó rotundamente, diciendo que al no existir monos en Wisconsin, no iba a perder su tiempo. Pocos días después, Raimund se toparía con una gran criatura de facciones simiescas “tan alta como el galpón” usado por la familia para guardar sus bicicletas. El espécimen estaba cubierto de pelambre gris. Rita Massman se negaba a creer en lo que le decía su hijo, hasta que “De repente, todos los perros rompieron a ladrar. Mi hijo salió corriendo con mi hija a ver lo que pasaba, y esta cosa asomó la cara. Su color era distinto ahora, pardo. Los dos se asustaron y regresaron corriendo. Me lo contaron todo y me sentí muy molesta”.

Klaus Massman regresó a su hogar para encontrarse con el cuadro angustioso del llanto familiar. Salió a buscar un vecino para internarse en los matorrales en pos de la criatura, pero sin hallar nada. Dieron parte a la comisaría del condado de Marathon, que a su vez informó al Departamento de Recursos Naturales.

“Les di una muestra del pelambre de la criatura y les pedí que averiguaran lo que era,” afirmó Rita. “Me informaron que [el pelo] podía corresponder al de un perro, pero ninguno de mis perros era de color gris”.

El 15 de julio, Monika Massman, la hija, pudo ver como la criatura corría de largo por la ventana de la cocina, haciendo que los perros ladraran furiosamente. “No sabemos lo que es,” lamentó Rita a la prensa. “Si fuese un ser humano, lo atraparíamos, pero esto no se deja atrapar, sea lo que sea.”

La familia estaba dispuesta a creer que hasta podía tratarse de algún gracioso vestido de simio, tratando de asustarlos, pero no podían explicar el temor que experimentaban los perros cuando esta figura merodeaba. “Soy de Chicago y este es mi paraíso. Quiero una vida sosegada. No quiero vecinos impertinentes, pero ahora algo nos ha invadido”.
Desconocemos el desenlace de las experiencias de la familia Massman, pero cabe señalar que un empleado del departamento de parques del condado de Marathon, donde sucedieron los hechos, tuvo un encuentro en el mes de junio de 2001 a cincuenta metros del parque Amco.

"A las 6 de la mañana un buen día, salí a Amco Park para realizar limpiezas antes del fin de semana, algo que me tomaría unos cinco o diez minutos. De repente me di cuenta de que había algo en el costado derecho del camino. Detuve mi camioneta y esperé unos diez segundos. Aquella cosa miró en mi dirección y cruzó el camino, dirigiéndose hacia el rio, que estaba a unos cientos de yardas de distancia. Me quedé sentado unos minutos meditando sobre lo que había visto. Soy cazador, y sé muy bien con era ni un ciervo ni un oso. Era demasiado grande para ser un perro, coyote, zorro, u otra cosa. Se desplazaba muy rápido. La criatura era grande, peluda y muy alta, como en los encuentros estereotípicos. Me sentí demasiado aturdido como para tomar el tiempo de ir a ver para dónde se había ido. Lo único que sé es que se dirigió en el sentido contrario a mi dirección, hacia el rio. La próxima vez que visité el parque, no encontré ni ruidos ni pisadas. Después del encuentro, sentí más respeto hacia aquel parque y su ubicación". Este caso es el informe #15050 de los expedientes de la organización BFRO.

Quince años más tarde, otro periódico de Wisconsin se haría eco de la presencia de Bigfoot en su territorio, “el estado de los diez mil lagos” como proclama su lema estatal. En esta instancia, el rotativo Lake County Reporter de Hartland, WI publicaría una nota firmada por Kristi Haunfelder sobre la presencia de la criatura en la comunidad de Merton. En el mes de noviembre de 2006, dos jóvenes vecinos del poblado de Merton llegaron a ver una enorme criatura cerca de su hogar, situado en la carretera VV.Dave Radetsky y su amigo estaban saltando en un trampolín cuando sintieron que algo les miraba desde el bosque. Efectivamente, se trataba de un monstruo peludo.

Por lo general, has afirmaciones de los jóvenes se descartan, tachándolas de bromas o producto del consumo de sustancias prohibidas por ley. En este caso, las afirmaciones de Radetsky y su colega se verían corroboradas por el testimonio de Stephen Krueger, encargado de eliminar la carroña de las cunetas de los caminos. El hombre justo acababa de depositar el cadáver de un ciervo en la caja de su pick-up cuando “una criatura del tamaño de un oso, con orejas puntiagudas” logró sacar el animal muerto del vehículo a la par que Kruger lo ponía en marcha para alejarse. Su narración apareció en otro periódico regional, el West Bend Daily News.

Las fuerzas del orden público, sin embargo, echaban por tierra estos reclamos. “El único pie grande que ha por aquí es el mío”, declaró jocosamente el jefe de policía Robert Rosch, cuyos pies miden 15 pulgadas (38 cm). “Supongo que nos veríamos a investigar [cualquier alegato] sobre Bigfoot para determinar la severidad de la amenaza, y de existir una amenaza, tendríamos que neutralizarla”.
Otros, como el comisario Steve Pedersen del condado de Waukesha, se pronunciaron más mesuradamente sobre el asunto, habiendo respondido a una llamada sobre la presencia de una extraña criatura en su jurisdicción. “No pongo en tela de juicio lo que hayan visto, pero esta es la primera vez en 22 años que hemos recibido una llamada parecida.” Si el Bigfoot no atenta contra el orden público, “entonces no es asunto de la policía.”

En el verano de 2010, otro testigo en el condado de Waukesha afirmaría haber tenido su propio encuentro con un ser con estatura en exceso de 6 pies (1.80 m), con cara humanoide y ojos rojos. Este encuentro tomó lugar antes de la medianoche bajo condiciones cálidas y serenas.

Encuentros con seres bípedos anómalos siguen sucediendo en el estado de Wisconsin. El blog Sasquatch Chroncles (afiliado al podcast del mismo nombre) brindó a sus lectores una experiencia ocurrida en julio del 2013 en el condado de Price. Dos pescadores salieron en horas de la madrugada a probar suerte en la corriente de agua conocida como Chippewa Flowage, y antes de llegar a su destino, se encontraron con "un gran animal negro" cuya espalda estaba iluminada por los faros del vehículo. El ente anómalo volvió la cabeza para darles un vistazo antes de salir corriendo y perderse en la maleza. Ambos pescadores creyeron haber visto "un gorila" de 1.80 de alto, e insistieron que no era posible confundirlo con un oso. "Salió corriendo hacia la maleza como un simio, usando los nudillos como un simio."

Casi secuestrados por Bigfoot

El estado de Michigan, contiguo a Wisconsin, puede jactarse de darnos uno de los casos más espeluznantes de encuentros con Piegrande.

El periódico Marshall Evening Chronicle cesó sus operaciones en 1988, pero entre sus archivos sobrevive el ejemplar del 30 de junio de 1956 que recoge una breve nota sobre las experiencias de tres amigos - los hermanos Herman y Philip Williams, y Otto Collins - que regresaban a la vivienda que compartían tras de haber pasado la noche del sábado con sus novias. El trio trabajaba en un pequeño asentamiento agrícola en las afueras de Marshall, viviendo en una de las chozas asignadas a los trabajadores, que carecían de agua.
Philip salió a hacer sus necesidades y regresó alarmado, diciendo que había una enorme figura negra y maloliente en la oscuridad, apenas visible a la luz del quinqué. Herman se puso a buscar su escopeta mientras que Philip y Otto salieron a investigar, descubriendo el tocón de un árbol y decidiendo que los restos del árbol representaban la explicación a lo visto por Herman.

Mientras tanto, Herman, que seguía buscando su arma de fuego, pudo escuchar un grito desgarrador - tan desgarrador que el periódico pone la cita textual: "Jamás oí a nadie gritar así. ¡Pensé que el diablo se llevaba a alguien al infierno!"

El arma larga no aparecía en ningún lado, y Herman solo pudo pensar en una cosa: el automóvil. Corriendo hacia el viejo Ford, insertó su brazo en la ventana y acertó a encender los faros. Los haces de luz alumbraron una situación digna de Lovecraft - una cosa negra y peluda se alejaba lentamente ¡con su hermano y Otto bajo cada brazo!

La luz de los faros pareció aturdir al monstruo, quien tropezó contra una mesa de campo, perdió su equilibrio, y dejó caer a Otto; sobreponiéndose al terror, Otto embistió contra la criatura para salvar a Philip. Aparentemente confundido por la luz, el ser peludo soltó a Philip y se alejó hacia el bosque. El periódico informa a sus lectores que los amigos, lejos de tratar de perseguir al ser de pesadilla, estaban más preocupados por la condición de Philip, que se había desmayado. Tanto él como Otto se verían empapados en el olor nauseabundo que emanaba de la criatura peluda y que no lograron quitarse por días.

Un detalle curioso es que el astrónomo Morris K. Jessup, el famoso ovnílogo cuya muerte representa uno de los grandes enigmas de la historia paranormal, tuvo la oportunidad de entrevistar a los testigos durante un ciclo de conferencias en el estado de Michigan, habiendo publicado su libro UFOs and the Bible por esas fechas. El investigador pudo confirmar con ellos lo publicado en la prensa: la criatura estaba cubierta por un denso pelambre negro, su estatura rondaba los 8 pies (dos metros y medio), y que su fuerza era descomunal. Jessup pudo estimar que el Otto pesaba unos setenta kilos y Philip ochenta kilos. También hubo otro detalle curioso - el monstruo tenía grandes ojos fosforescentes de color verde. Las investigaciones de Jessup serían dadas a conocer por Grey Barker - autor del libro The Silver Bridge - y reconocido investigador del fenómeno Mothman.

La misteriosa Oklahoma, de nuevo

La actividad de los seres peludos se remontaría a la calurosa Oklahoma. El 31 de agosto de 2006, Jess Johnson, propietario del Campamento Indian Mounds en las cercanías de Clayton, contó que uno de sus clientes que acampaba en dicho sitio había tenido un encuentro nocturno con una criatura desconocida. El encuentro le había estremecido, dejándolo poco dispuesto a permanecer en Indian Mounds una noche más sin disponer de “protección adecuada” –es decir, armas de fuego. Johnson descubriría pisadas de gran tamaño en una fosa de esquisto bituminoso a unos 45 metros de donde el cliente había tenido su experiencia.

“Saqué mi cámara y tomé muchas fotos de las huellas,” dijo Johnson en una entrevista con la prensa local. “Había unas 30 huellas en el foso.” Pudo comprobar posteriormente que las huellas median 20 pulgadas de largo por 8 de ancho (50 x 20 cm) y la comisaría de Wister, otro poblado local, logró plasmar algunas de ellas en moldes de escayola.

Johnson acostumbra a servir de guía para excursiones a caballo que recorren los senderos de la región – muchos kilómetros de senderos y caminos en las montañas. Agregó que también le había tocado oler, en algunos de estos recorridos, el hedor nauseabundo que emiten estas criaturas, y que producen un nerviosismo indescriptible en los caballos.

Como hemos señalado en informes anteriores, Oklahoma representa un peligro y una oportunidad en lo referente al misterio de Bigfoot. La variedad de esta criatura es de estatura más baja que la que se dio a conocer mundialmente en 1967 con el pietaje de Patterson-Gimlin, y mucho más propensa a cometer actos violentos contra los humanos. La oportunidad reside en la cantidad de lugares distintos para realizar investigaciones, algo que no pasó desapercibido por el grupo de jóvenes investigadores creado por Tyler y Derek Mlleynek de Wichita, Kansas – territorio contiguo a Oklahoma. Los investigadores visitaron los condados de Cherokee y Adair en octubre de 2006 para entrevistar a los lugareños y plasmar sus testimonios en celuloide. Uno de los lugares más importantes que visitaron fue Honobia, en el bosque nacional Ouachita.



Honobia es una aldea del estado de Oklahoma que tuvo su origen como un asentamiento de la tribu Choctaw en un sitio privilegiado a lo largo del rio Little River, derivando su sustento de la industria maderera, y con una escasa población de 170 almas. Este sitio, fácilmente olvidado, adquirió fama nacional - al menos en el mundillo de la criptozoología y de lo paranormal - por el evento sucedido en enero del 2000.

Todo parece haber comenzado cuando los miembros de la familia comenzaron a sembrar una variedad de guisantes que resulta muy atractiva a los ciervos, facilitando así su caza. Dicha carne representa una fuente de alimento para los humanos, almacenada en un gran congelador afuera de la casa. Los seres Bigfoot también aprecian el ciervo como alimento, y la competencia por este recurso vital estaba en pie.

Los propietarios de la casa –Tim y Mike Humphries, cuyos nombres no fueron dados a conocer sino hasta años más tarde - presentaron una denuncia ante las autoridades, insistiendo que los seres peludos merodeaban los predios por las noches, lanzando piedras contra la estructura, robando carne congelada del frigorífico, y un largo etcétera. Las mujeres de la familia no dudaban en manifestar su preocupación por las actividades de estos gigantones, que se mostraban cada vez más atrevidos. Exigían que alguien tomara acción al respecto y un grupo de investigadores, bien armado, se personó en Honobia. Se formó un tiroteo digno de una película del oeste. Los seres "devolvían el fuego" arrojando piedras contra los poderosos reflectores utilizados por los defensores de la casa.
Durante la refriega, uno de los humanos logró acertar contra una de las criaturas, dándole una muerte certera. Sus congéneres se llevaron el cadáver, negando a los investigadores su sueño más querido: tener un Bigfoot muerto para presentar ante la ciencia y los medios noticiosos.


“Estaba consciente de los encuentros [con Bigfoot] en otros lados…pero nunca pensé en la importancia que tiene Bigfoot en el centro y el este de Oklahoma,” afirmó Tyler Mllenynek. Algunas de las entrevistas logradas abordaron encuentros con estas criaturas a comienzos de la década de los ’90 en la comunidad de Eldon, cuya población era de unos 900 habitantes en aquel entonces.
Mientras que el resto de los Estados Unidos se obsesionaba por los OVNI, el fenómeno de las abducciones y el enredo de MJ-12, los vecinos del condado de Cherokee en Oklahoma tenían que vérselas con Piegrande. Prensa Asociada informó el 14 de agosto de 1990 que "una criatura alta y velluda" se había internado en el bosque tras de haber merodeado el patio de una casa en el poblado de Talequah.
De acuerdo con el periódico Talequah Daily Press del 3 de agosto de 1990, la comisaría del condado de Cherokee recibió un reporte del avistamiento de un Bigfoot en el costado este de Eldon Hill el 1 de agosto. El investigador Jack Goss de dicha comisaría se reservó su opinión al respecto, pero le preocupaba el tono alarmado de la mujer que había dado parte sobre la supuesta criatura. “Dijo que Bigfoot estaba en el patio de su casa. Le dijimos que tal vez era un oso, pero ella estaba muy segura de que no lo era. Dijo que era peludo y despedía mal olor.”

El alguacil Dan Garber afirmó que la comisaría había recibido otras llamadas al respecto, con un detalle tenebroso. Los ganaderos denunciaban la desaparición de varios terneros de sus propiedades.
“Estoy consciente de que otros condados han recibido llamadas parecidas”, dijo Garber, “pero nunca hemos tenido nada parecido en Cherokee. La situación causó un revuelo, y hasta nos llamaron de una organización nacional de investigadores de Bigfoot [BFRO – Bigfoot Field Researchers Organization], pidiéndonos que les mantuviesen al tanto de la cuestión”. Otro alguacil, Joe Weavel, investigó la querella y pudo encontrar varias pisadas de gran tamaño.

Dos días después de la primera denuncia en Eldon Hill, una niña y su madre describieron la forma en que una criatura peluda y de gran tamaño hurgaba entre un montículo de desechos cerca de su casa. El perro salió a perseguir al intruso, pero regresó con la cola entre las piernas. Según las dos testigos, la criatura tenía una estatura de 8 pies (2.4 metros), con pelambre pardo oscuro y encrespado como el de un oso, pero que caminaba en dos patas.

El avistamiento de Eldon Hill figura en los expedientes de la organización BFRO como un “evento Clase A”, según la clasificación empleada por dicha entidad, agregando que existen otros encuentros en la zona desde 1970, y posibles encuentros en las cercanías de los pueblos de Peggs y Tahlequa, Oklahoma.

La cadena televisiva KFOR transmitió in especial sobre "el asedio de Honobia" el 30 de octubre del 2015, abundando sobre los misteriosos "parasimios" de la región. Los entrevistadores consiguieron hablar con el Sr. Troy Hudson, cuyas palabras resumen la naturaleza del fenómeno que se produce en estas partes: "Por cada avistamiento que se da a conocer, hay tres adicionales de los que nunca se sabrá nada, porque a la gente no les gusta que se les tilde de loca".

Hudson ha aprovechado el interés por el tema - y la creación de un festival Bigfoot al estilo Roswell - para servir de guía de atracciones turísticas. "No todos [estos seres] tienen el mismo aspecto. No todos parecen un ser alto y peludo. Uno de ellos tenía una estatura de 14 pies (4 metros), que es descomunal. La estatura promedio es de ocho a nueve pies”.

Nada relacionado con esta actividad de los seres peludos en el sur del país nos debe sorprender. En la década de los '70, las revistas del mundo del misterio presentaban informes sobre la presencia de Bigfoot en Arkansas, Texas, Kentucky y Misisipí, sitios que nadie relacionaba con el fenómeno.

En 1977, Gene Millbrook del estado de Georgia fue testigo de lo alucinante. Conducía una noche entre los poblados de Alapaha y Tilton en el condado de Berrien cuando sus faros le alertaron de la presencia de un ser de baja estatura, chata, cubierta de pelo largo y fibroso. El animal, según Millbrook, cojeaba a lo largo de una zanja de poca profundidad a lo largo del camino. Nadie le tildó de loco, sin embargo: otros vecinos de la región habían visto extrañas huellas en la tierra roja del estado de Georgia. Más extrañas que las escayoladas huellas tradicionales de Piegrande, puesto que esta criatura parecía haber perdido el pie izquierdo - posiblemente en una trampa de oso - dejando la marca de lo que podría ser un hueso de tobillo sin pie.
Otra familia se vería asediada en el mes de marzo de 1979 en la aldea de Tunica, Misisipí. Tom Goff y su esposa Jeannette casi murieron de pavor cuando una criatura de dos o más metros de altura comenzó a hacer ruido afuera de su casa el día 9 de marzo. Un hedor inmundo llenó el aire en medio de la calurosa noche sureña. "No sé lo que era," afirmó la señora Goff, "pero apestaba sobremanera y nos causó espanto". A las dos de la madrugada del día siguiente, el perro del vecino comenzó a aullar, y el matrimonio Goff corrió a la ventana para ver una criatura descomunal corriendo alrededor de su casa antes de alejarse a un árbol cercano.

Sabiendo que una llamada de auxilio a las autoridades tendría poco resultado, los Goff, su hijo Rodney y el vecino decidieron tenderle una celada a la bestia. Cuando el ser desconocido se disponía a circumambular en torno a la casa, se encontró con las armas de los humanos, recibiendo disparos de la escopeta de calibre .22 del joven Rodney. Pero como cualquier animal malherido, el misterioso ente montó en cólera, arremetiendo contra la puerta de la casa y casi arrancando el marco de la misma. Al día siguiente, los ocupantes de la casa encontraron huellas de gran tamaño y gotas de sangre.
El 5 de agosto de 1978, un grupo de jóvenes que aprovechaban el calor de las noches veraniegas para pescar bagres tendría su propio encuentro cercano en Blue Hole, un sitio de natación y pesca en el condado de Limestone, Alabama. Los tres chicos encendieron una fogata, y al faltarles leña, uno de ellos se prestó a internarse en la oscuridad del bosque para obtener más combustible. Su tarea se vio interrumpida por la aparición de "unos ojos rosados en la oscuridad" y un gruñido. Según el testigo, la criatura tendría unos ocho pies de alto, pelambre pardo o negro cuya textura era parecida al de la lana de acero. Aparte de los ojos rosados, sus brazos largos se extendían más allá de sus rodillas, y emitía un olor malsano.

El condado de Limestone volvió a figurar en las noticias de los parasimios en 1987, cuando unos amigos descubrieron que sus perros habían sido desgarrados por "algo" que salió corriendo a gran velocidad, perdiéndose en los matorrales.

El asedio de Orange, Texas

El estado popularizado en aquellos tiempos por la telenovela “Dallas” y su villanesco protagonista J.R. Ewing experimentaría su propio evento de alta extraña con los seres peludos.

Bobby Bussinger y su esposa Beckie, de veinte y dieciocho años respectivamente, eran unos recién casados que se mudaron, llenos de ilusión, a su primera casa cerca del poblado de Orange. Se les había informado, no obstante, que el antiguo inquilino de la propiedad se había marchado repentinamente debido a circunstancias inverosímiles. Los enamorados hicieron caso omiso de la advertencia y completaron su mudanza, sin saber que abandonarían los predios en menos de cuatro meses.



Todo comenzó cuando un “depredador desconocido” atacó a los perros de la pareja: dos de ellos aparecieron al día siguiente con las caderas destrozadas; del tercero no se volvió a saber nada. A la noche siguiente, la pareja pudo oír el sonido de fuertes pisadas en el terreno afuera de su casa. Acto seguido, sintieron como algo propinaba golpes fortísimos contra la casa de madera, haciendo temblar los cristales de la ventana. Haciendo de tripas corazón, Bobby decidió agarrar su escopeta y salir a enfrentar lo desconocido.

Cual sería su sorpresa al ver que el intruso no era un hampón cualquiera sino un ser peludo de poderosa musculatura que no dudó en avanzar hacia él. Bobby abrió fuego y se retiró enseguida al interior de su casa, cerrando la puerta con pestillo. Las autoridades no tardaron en llegar, y se sorprendieron al ver la ferocidad con que algo había arrancado las rejillas de las ventanas y roto algunos cristales. Uno de los policías llegó a escuchar los gruñidos y rugidos de algo que retiraba a lo profundo de la arboleda circundante. Estas actividades resultaron en que los recién casados abandonasen Orange, retirándose a la seguridad de la cercana ciudad de Beaumont.

Lejos de tratarse de un cuento, la historia de los Bussinger figura en los archivos de la universidad de Texas, incluyendo una nota de prensa tomada del rotativo Orange Leader de 1978, confirmando las señas de los protagonistas y la ubicación concreta de la casa: 3925 North Tram Road. Bobby trabajaba de obrero en la planta de caucho sintético Goodyear de Beaumont, agregando que el alguacil Jack Reeves contestó a la llamada de auxilio de la pareja a las 11:30 p.m. aquella noche. "Llegué a escuchar gruñidos y aullidos en la distancia, sonidos que combinaban el ruido que hace una hiena y los alaridos de un perro herido. Al internarme en el bosque, el sonido era cada vez más distante, y ahí fue cuando supe que aquello se alejaba", manifestó Reeves. El alguacil afirmó haber visto "una gran figura en las sombras" a una distancia de 50 yardas (45 m) entre dos robles que formaban una "v". El alguacil estuvo de guardia mientras que los Bussinger hacían sus maletas para ir a Beaumont a casa de los padres de Beckie.


La nota de prensa también agrega un detalle curioso: Beckie Bussinger acostumbraba caminar a lo largo de un sendero al borde de la propiedad para conseguir zarzamoras. Agregó que el sendero también era utilizado por "aquella cosa" y estaba muy transitado. En la distancia llegó a ver un refugio construido con ramas de árboles y maderos desechados. ¿La vivienda del monstruo?

El Orange Leader recoge la manifestación final de Beckie: "No volveré a ese sitio hasta que localicen aquello, sea lo que sea".

En el 2001, una criatura desconocida de fuerza considerable consiguió robar un jabalí que había caído en la trampa de un cazador del condado de Orange. El comisario quedó sorprendido, considerando que cualquier ente capaz de levantar un jabalí y luego saltar una verja de 2 metros rayaba en lo sobrenatural. ¿Sería el mismo homínido hirsuto que hizo huir a Bobby y Beckie Bussinger en 1978, o uno de sus descendientes? La verdad es que los expertos no están de acuerdo en lo referente a la longevidad de Bigfoot y sus congéneres.

Los archivos del Gulf Coast Bigfoot Research Organization nos ofrecen otro caso que data de septiembre del 2007 en el condado de Orange. Una madre y su hija regresaban a su hogar cuando vieron "un hombre de gran tamaño" acurrucado en la cuneta. A un cuarto de milla de distancia vieron "una cosa de gran tamaño cruzando la carretera en cuestión de dos zancadas. Era alta, erguida y de pelaje color castaño rojizo. Sentimos miedo y decidimos no permanecer en la zona". Añadieron que un amigo de la familia afirmó haber visto dicha criatura en el mismo lugar veinte años antes. El evento corresponde al Reporte #21438 (Clase A) de esta organización.

En resumidas cuentas

Cualquier intento por resumir el fenómeno de los seres peludos en América del Norte choca contra el mismo muro que sentenciar sobre los ovnis. Hasta que no tengamos un espécimen de estos seres en nuestras manos (o un platívolo en el garaje) estamos circunscritos a las conjeturas y a intercambiar palabras necias en Internet.

La generación actual de investigadores del tema rechaza la investigación de gabinete, considerando que la única forma de saber más sobre estas criaturas es en el campo, convirtiendo la “bigfootología”, para darle nombre, en una extensión del deporte de la caza. Se rechaza cualquier explicación paranormal o “interdimensional” a pesar de testimonios que indican estos aspectos: los homínidos son o descendientes del gigantopiteco o alguna rama perdida de los primates que de algún modo ya ocupaba estas tierras cuando el homo sapiens cruzaba Beringia desde las planicies asiáticas.
Aunque esta teoría puede parecernos prosaica, existen aspectos sumamente intrigantes.

El hombre de Heidelberg (Homo heidelbergensis), descendiente directo de los neandertales, tenía una estatura que rayaba en los dos metros y era mucho más musculoso que el homo sapiens. Los estudiosos consideran que su cerebro era lo suficientemente evolucionado como para haber desarrollado un lenguaje rudimentario, aunque no se pronuncian sobre su hirsutez. ¿Podrá tratarse del progenitor de los piegrande? Muchos cazadores, incluyendo aquellos que se han visto en peligro de muerte ante la aparición repentina de estos seres, no han tirado del gatillo porque "su aspecto era demasiado humano". Igual sucede con el megántropo (Pitecanthropus robustus) cuyos restos fueron hallados en las cercanías de Surakara en la isla de Java, cuya taxonomía aún no se ha precisado del todo. Se tratan de restos impresionantes: la mandíbula es enorme, sugiriendo que el megántropo era un poco más pequeño que el gigantopiteco, pero de dimensiones formidables - 9 pies de alto con un peso de 750 libras (2.7 m x 340 kg). La sangre casi ha llegado al rio entre la comunidad científica sobre estas aseveraciones.

¿Y qué puede decirse de osamentas aún más raras y tenebrosas, como la del hombre de Boskop? El "Homo capensis" con su exagerado cráneo nos abre la puerta a la existencia de otras especies humanas o pseudohumanas con las que no tuvimos contacto, o que al contrario, son la materia prima de los seres de pesadilla que existen en las tradiciones de todos los pueblos de la tierra...los gigantes, trasgos, ogros y otros seres que vivían en la oscuridad, lejos de las fogatas de los humanos y luego de sus comunidades. Los cráneos del hombre de Dimanisi en el Cáucaso también dan mucho que pensar, tal vez en conexión con los homínidos peludos de dichas regiones, como el Almasti, sobre el que pueden escribirse tratados enteros.

Hace una década, pescadores haciendo sus faenas en las aguas de Taiwán encontraron restos humanos prehistóricos que han sido identificados sencillamente como "Penghu-1" (Homo tssaichangensis) y de diez mil a cien mil años de antigüedad. Los estudios lo han clasificado como un pariente arcaico de nuestra especie, aunque otros osadamente lo han vinculado con el gigantopiteco, como sucede con el sabio Mark McMenamin de la universidad de Mount Holyoke College (Homo Taichangensis and Gigantopithecus, publicado por Meanma Press en el 2015). ¿Habremos encontrado el "eslabón perdido" entre el gigantopiteco y Bigfoot?

Hay hallazgos inquietantes y que quitan el sueño, como las osamentas no identificadas en las cavernas chinas de Maludong y Longlin. La 'gente de la cueva del ciervo rojo' impresionó a los antropólogos, denominada así por la evidencia de que se cocinaron grandes ciervos en dicho lugar, a manos de una especie que no se parece al Homo sapiens y que aparentemente "no hizo contribución genética a nuestro patrimonio genético". Igual sucede con el descubrimiento del Homo naledi en el 2013 en la provincia de Gauteng, África del Sur, concretamente en el sistema de cavernas conocido como Rising Star (estrella ascendente).

Como si esto no fuese todo, existe el controvertido (tachado de espurio por algunos) documento escrito por el galeno H.A Miller y denominado comúnmente “The Miller Document”. En este trabajo, Miller afirma haber tenido la oportunidad de trabajar con varios cadáveres del sasquatch, a quienes coloca bajo el género Cebidatelidae y observando la existencia de variantes significativas, el Cebidatelidae pacificus y el Cebidatelidae texanus, y otras menos importantes como C. articus. Las disputas sobre la veracidad del estudio, como todas las contiendas criptozoológicas, han sido cruentas.

Monday, March 06, 2017

Gustavo Fernández: Extraterrestres y Ceremonias Mágicas



Extraterrestes y Ceremonias Mágicas
Por Gustavo Fernández (c) 2016

Creo que fue el amigo Scott Corrales el primero en señalar, cuando menos en Internet y en idioma español, la correspondencia que parecía haber entre ciertas apariciones de OVNIs y los sitios elegidos por personajes desconocidos para llevar a cabo ceremonias de corte satánico. La especie, cuando menos, fue aprovechada por una corriente ideológica vinculada con un cristianos ultramontano de tinte neopentcostal para “demonizar”, por carácter transitivo, no sólo al fenómeno en sí sino, obviamente, a la Inteligencia o Inteligencias que se mueven detrás del mismo. Y cuando a través de los años uno bregó por una lectura objetiva y desprejuiciada del tema, ajena a intereses sectoriales y mucho menos seudo religiosos, genera cierta escozor tener que preguntarse, en aras precisamente de aquella objetividad si, después de todo, no habrá, efectivamente, cierta correspondencia…

Cuando se sostenga que la totalidad de los “extraterrestres” que eventualmente nos visitan son “hermanos del Cosmos”, convendría reflexionar sobre los casos de abducciòn, donde se comienza por la violaciòn del albedrío del protagonista y en ocasiones culmina con dolorosas (en términos psicológicos y/o fisiológicos) prácticas intrusivas. Es el momento en que debemos preguntarnos si esos episodios (o todos ellos) no tienen más de “extradimensionales” que de “extraterrestres”. Y enfrentar el incómodo hecho intelectual de descubrir que, bajo los ropajes del marco cultural de cada época, ha ocurrido desde siempre. Sólo que les dábamos otros nombres.

Extraterrestres, extradimensionales. Si lo último tiene relación con lo divino-maligno, cielo e infierno, dioses y demonios, se me ocurre que podemos escarbar allí algo. A fin de cuentas, ¿qué diferencia hay entre las corrientes que hablan de dimensiones o universos paralelos donde existen —para nosotros— seres no físicos, alternativamente favorables, desfavorables o indiferentes para nosotros, y toda la teología de ángeles y demonios)?. Puesto de otra forma, ¿qué pasa si releemos la teología y el catecismo, y observamos la liturgia de tantas religiones preguntándonos si no se trata más que de arcaicos intentos de contactar —o bloquear contactos— con otras dimensiones?. Otrosí digo: ¿y si nos preguntáramos si las “abducciones” son aggiornamientos de las “posesiones”?.

Desde ese lugar, quizás debamos especular (total, es gratis) con una re-lectura de los rituales esotéricos, especialmente de los de tipo medieval. Ese ánima mundi (luego llamado “occultum”), dentro del cual el oficiante maneja los elementos recreando un Microcosmos que cree se proyectará, por Ley de Correspondencia, en el Macrocosmos de la Realidad Objetiva, ¿puede ser la sobrevivencia -intoxicada o literal, será cuestiòn de discusiones bizantinas- de portales dimensionales pret-à-porter ?. Creo que aquí se plantea lo que para algunos será un obstáculo y para otros, un puente: sólo quien haya vivenciado (y no sólo episódicamente) los fenómenos que ocasionalmente se producen en el ámbito de esos rituales, puede comprender cabalmente lo que quiero decir aquí. Quizás la geometría esotérica, las letanías, los gestos, las fragancias y todos los otros elementos se combinen como llaves maestras momentáneas de otras dimensiones. Postulo que el “salto cuántico” que debe dar la Ovnilogía (so pena de difuminarse en la nada) es adquirir un carácter “vivencial” prolijamente equilibrado con la recopilaciòn y muestreo. Mientras los ovnílogos sigan creyendo que resultan “serios” y “creíbles” en la medida que acentúan su fidelizaciòn al pelotón de tuercas y tornillos, tratando de tomar este fenómeno con la asepsia de un entomólogo desapasionado observando la épica historia de un hormiguero, sólo conseguirán continuar girando en el círculo (si vicioso o no, quién soy yo para esos adjetivos) de los que creen avanzar y sólo caminan en elipses cerradas.



Desde el más puro cartesianismo puede objetárseme esta propuesta como improcedente. Señalaría, en mi descargo, que el tan mentado cartesianismo presupone que el crítico ha repetido y verificado la proposiciòn. Pregunta: ¿a cuántos académicos de salón han visto ustedes de túnica y de pie en el centro de un “occultum”? (bueno, yo sí he visto algunos; pero jamás lo admitirían, y ése es el punto). En lo personal (y sé que es “políticamente incorrecto” declamarlo) no solamente he incursionado, teórica y prácticamente, en el Ocultismo, Esoterismo o Hermetismo -como intelectualmente les resulte más cómodo llamarle- y participado en Órdenes Iniciáticas, sino que reconozco (y me hago cargo) que una lectura de la Ufología desde los principios del Esoterismo o (para mencionar otro campo que ocupa mis desvelos) las Sabidurías Ancestrales indígenas me ha permitido encontrar más sentido y respuestas que un enfoque excluyentemente materialista y mecanicista.
La Magia es al Esoterismo lo que la Técnica es a la Ciencia, he escrito en numerosas ocasiones. Y elr echazo que quienes se dicen “intelectualmente formados” (¿o “deformados”?) tienen de lo esotérico -el mimo término suele tener connotaciones descalificativas- nace de -dicho con todo respeto- la más supina ignorancia: el absoluto desconocimiento, teórico y práctico, de lo que se habla. No será este artículo un libreto defensor de las ciencias Mágicas; sólo una expresa sugerencia, a los negacionistas, de estudiarla primero y opinar después. ¿O negarían ustedes que habrá más de un pedante intelectual que sólo desde la lectura del título de esta nota se burlará y, por supuesto, no la leerá por ser (¡qué duda cabe!) una tontería?.

Ahora bien, ¿porqué el título de este artículo?. Porque tengo la fuerte sospecha que -está dicho- los rituales ocultistas abren ventanas a otras dimensiones. Donde pululan todo tipo de entes, más o menos inteligentes, más o menos “amables”. Pero todos, espirituales, término éste que ha devenido en sinónimo de angelical para el común de las gentes peor que sólo remite a una tipificaciòn de naturalezas, por esa definiciòn, simplemente no materiales. Donde la naturaleza “moral” es harina de otro costal. Ángeles y demonios. “Grises” y “hermanitos del cosmos”, “reptilianos y pleyadianos”. ¿Cuál es la diferencia?.

Por qué se tiene el enfoque intelectualmente soberbio de sostener que los ángeles y demonios de la Antigüedad eran reptilianos o pleyadianos mal comprendidos, y no al revés?. Por un modismo cultural. Que las entidades contemporáneas se identifiquen como tales y con específica procedencia es tan lícito como que las del pasado hacían exactamente lo mismo. ¿Por qué suponer que son más “sinceras” en el siglo XXI que en el XIV?. Si se medita, se verá que en ello solamente opera la pedantería de suponer estos tiempos más “evolucionados” que aquellos. Y no hablo de evoluciòn tecnológica, ni siquiera social. Hablo en términos de evoluciòn espiritual.

Alguien diría que ante las corrientes librepensadoras modernas, el supermarket espiritual, la naturalidad con que la señora de la esquina conversa con una vecina sobre reiki, magnified healing o geometría sagrada, esto es así. Yo veo solamente transversalidad de la informaciòn, y no de la mejor. Aún entre “maestros” y gurúes, “facilitadores” y “canalizadores” encuentro un discurso hiper elaborado, que se enzarza en discusiones bizantinas donde a la retórica, al sofisma y la sofisticación verborrágica llaman “argumentos”. En nada se distinguen de aquellos “padres de la iglesia” enredados en discusiones interminables en los concilios del segundo milenio discutiendo cuántos ángeles caben en la punta de un alfiler…

De modo que, consensuado esto, tenemos que admitir que la Inteligencia detrás del fenómeno OVNI, coherente con su proteiformidad (*) se disfraza de oportunismo conceptual. Y todos contentos.

Los demonios personales

Ningún lector mío desconoce mi afición al Esoterismo, aficiòn que no es sólo lectura y especulaciòn. Con acierto o sin él, me he inmiscuido en cenáculos ocultistas, gusto aún de practicar algunos rituales (con la alegre irresponsabilidad de verlo no como un atavismo sino como la sana expresiòn de mi propia necesidad religiosa) y no tengo empacho en admitirlo. Hace rato que perdí la vergüenza intelectual.

Lo que sólo sabe un puñado escaso, es que a principios de los ’70, cuando yo era, sí, apenas un curioso adolescente, viví una experiencia que algunos psicólogos definirían como “traumática” pero yo metabolicé como “aleccionadora”.

Villa Martelli, a las puertas mismas de la ciudad de Buenos Aires. Un barrio residencial al norte de la ciudad. Era entonces yo amigo de otro adolescente no mucho mayor, dedicado a lo que él entendía como práctica ocultista; como aún sigue dedicándose, creo, a estos menesteres, me referiré a él solamente por su nombre de pila, Alberto. Que, para los no avisados, no es “Quique” Marzo, webmaster de este espacio.

En la época de referencia me encontraba haciendo mis primeras lecturas en el terreno del Esoterismo, si bien ya hacía un par de años que incursionaba bastante activamente en parapsicología y ovnilogía, siguiendo la más rígida escuela norteamericana.

Mi amigo vivía con sus padres en una amplia y moderna casa, sobre una calle tranquila, que contaba con un parque a sus fondos. Este abarcaba una extensión bastante amplia, se proyectaba construir una piscina y la única edificaciòn en él era un pequeño galpón para depósito de herramientas y materiales, que tenía adosado a una pared un corto alero cubriendo una “parrilla”. Al jardín se accedía desde la casa a través del comedor diario, que con una amplia puerta vidriera miraba a aquél. No había, en ese entonces, árboles que ocultaran de la vista el alto alambrado tramado que lindaba con otro parque, de idénticas características, perteneciente a una vivienda gemela a la que nos ocupa, propiedad de un ingeniero civil que habitaba en ella con su familia.

El galpón al que he hecho referencia se encontraba a la sazón desocupado, por lo que Alberto había hecho de él su refugio particular. Era un verdadero “occultum”, o lugar de prácticas mágicas; el pantáculo trazado en el piso, las paredes cubiertas con inscripciones propiciatorias, una pequeña biblioteca con textos seleccionados con lo que yo creía entonces muy buen criterio, una pequeña mesa y algunos taburetes. Harry Potter se sentiría cómodo.

Alberto realizaba sus sesiones con cierta frecuencia, y extrañamente, pese a que no solía dejar participar a sus amigos (quizás a consecuencia de las pesadas bromas de las que era objeto) hacía varios sábados que había accedido a la terca insistencia de mi pedido de participaciòn. Por cierto, oficiaba yo de mero observador y de algo así como un aprendiz, que disponía los elementos y seguía sus indicaciones según el ritual. Menciono que los días eran invariablemente sábados ya que lo que mi asociado buscaba era propiciar las energías de Saturno -que rige precisamente ese día- ya que se dice de ellas que encierran la capacidad de revelar el conocimiento de los más recónditos secretos de la Naturaleza.

Y cierto sábado allí estaba yo, escuchando lo que en ese momento me parecía una sarta de palabras sin sentido, medio ahogado por los vahos del azufre ardiente y transpirando por el encierro y el calor de las velas. Permanecimos más de una hora allí, sin que ocurriera nada digno de llamar la atenciòn por lo cual, aburridos, dimos por terminado el ritual y, avanzada que estaba la medianoche, nos dirigimos a la casa.

Los padres de mi amigo no se encontraban allí esa noche -lo que propiciaba el “coven”- así que nos ubicamos en el comedor diario dispuestos a comer algo, tomar abundante café y conversar de temas diversos.

Creo que fue Alberto el primero que llamó la atenciòn sobre un extraño ruido que parecía provenir del exterior. En la oscuridad, nos pareciò percibir vagamente una silueta trepada al alto alambrado y, sospechando la presencia de un ladrón , nos proveímos de una linterna dirigiéndonos resuelta e irresponsablemente al parque, dispuestos a encarar al extraño. Pero no llegamos a hacerlo.
Allí estaba. Un ser humanoide, quizás de algo menos de un metro con setenta centímetros de estatura y fuerte complexión, pero de una extraña morfología reptiloide. Quizás era completamente humano pero su cabeza, de orejas puntiagudas y ojos muy brillantes, rojizos, acentuaba esa impresiòn.

Cuando el haz de luz de la linterna dio en él, el ente giró su rostro hacia nosotros. A pesar de su brillo y coloraciòn su mirada era extrañamente humana. Creo que no gritamos porque en algún fugaz instante pasó por nuestra mente ser sólo víctimas de una alucinaciòn, tal vez provocada por los vahos del azufre. Pero eso seguía allí.

En ese instante, la luz del patio trasero de la casa contigua se encendió. Recortada su sombra contra la claridad, vimos a un hombre -seguramente el dueño de casa- salir a su propio parque. Quizás le había despertado el mismo ruido y, desconcertado aún, salía a investigar.

El ente sacudió el alambrado sobre el que estaba trepado una vez más y advertimos qué era lo que provocaba el sonido que llamara nuestra atenciòn: una d elas extremidades inferiores se había enganchado en el alambre y el ser sacudía su ¿pata?, ¿pie?, tratando de liberarla. Igual como había visto en muchas oportunidades a perros o gatos enredados en alambres similares.

Sorpresivamente se soltó. Con un fuerte impulso, se elevó por sobre el alambrado y cayó del otro lado, quizás para escapar a la molestia de nuestro foco luminoso. Escuchamos entonces el grito ahogado del vecino -que recién en es momento se había acercado lo suficiente como para identificar a la criatura- mientras éste corría paralelamente al alambrado, se trepaba a la pared medianera y desaparecía sobre un tejado contiguo. El ingeniero, en tanto, había vuelto corriendo sobre sus pasos, y nosotros hicimos exactamente lo mismo.

Permanecimos discutiendo hasta la madrugada, aún mucho después de que regresaran los padres de mi amigo a los cuales no les comentamos absolutamente nada. La razón era más que obvia: ¿alguien creería semejante historia?. La explicaciòn de lo visto, sin embargo, aparecía muy sencilla: nuestras propias invocaciones, nuestro conocimiento erróneo o quizás incompleto del ritual ocultista había llamado “algo” que apareció a destiempo y totalmente libre de nuestro control. La velocidad con que se sucedieron los hechos y nuestra propia confusión hicieron que en el instante de presenciar la criatura no ejecutáramos los pasos correspondientes y ahora habría escapado a nuestro dominio.

Durante los días siguientes permanecí en constante contacto telefónico con Alberto. Me llamó sumamente la atenciòn que, pese a mis insistentes requerimientos en el sentido que visitara al ingeniero para cotejar impresiones, mi amigo siempre hallaba evasivas para tal encuentro, además de encontrarse sometido a una especie de atontamiento o abulia permanente. Hoy en día, mi experiencia me indican que esa apatía no era tan accidental o extraña a los hechos como entonces pensé, y de haberlo sabido en su momento hubiera intervenido más activamente. Quién sabe; quizás ello podría haber impedido la tragedia que estaba a punto de desencadenarse.

Es evidente que ese efecto de pasividad también actuaba sobre el otro testigo, ya que era indudable que éste también nos había visto y sin embargo no buscó explicaciones. O tal vez pensó que todo había sido una pesadilla y por vergüenza evitó buscarnos. Lo cierto es que menos de una semana después de ese sábado fatídico, una mañana de miércoles, Alberto me llamó por teléfono:

– ¿Escuchaste las noticias, hoy? -me preguntó, y un raro temblor que creí percibir en su voz hizo que, sin saber aún porque, sintiera algo helado correr por mi espalda.
– Aún no. ¿Por qué?.
– Por teléfono, no -fue su respuesta- Venite a casa. Urgente.

Caminaba hacia el domicilio de mi amigo, y en mi camino forzosamente debía pasar frente a la vivienda del vecino de marras. Me llamó poderosamente la atenciòn ver un agente de policía apostado en su puerta, y un grupo de matronas conversando animadamente a unos metros de distancia.

Al llegar a mi destino Alberto salió a recibirme. Estaba lívido. Las novedades eran atroces. En la noche del lunes al martes, en un momento impreciso, se había desarrollado en esa casa contigua una verdadera tragedia. El ingeniero había matado a puñaladas a toda su familia -su esposa, su hija pequeña, su suegra- y finalmente se había degollado a sí mismo. Los cadáveres no fueron encontrados sino hasta después del mediodía, cuando un familiar con llave propia llegó a traerles ciertos paquetes e ingresó a la misma. La policía tomó intervención inmediatamente y los medios de información sólo tomaron conocimiento del hecho ya avanzada la tarde.

Nada pude hacer para quitar de la mente de mi amigo la certeza de ser en cierta forma él responsable de la tragedia. Su teoría -por cierto, bastante coherente- es que el hombre no había podido superar el impacto emocional de la visión. Tal vez ni siquiera lo comentó con los suyos, lo cual potenció la introyección del “shock”. Quizás el terror hizo que comenzara a enloquecer. Quizás una noche, alguien -la esposa, la suegra- se levantó y en la oscuridad se dirigió a la cocina para beber algo. O tal vez saliera al parque a ver las estrellas. Quizás el ingeniero despertó por algún ruido y, aterrorizado, pensó que “aquello” había regresado. Quizás se armó del cuchillo -uno de caza- y atacó a una sombra. Luego, al ver lo que había hecho, terminó de perder la razón y continuó la carnicería.

Quién sabe. O quizás, de verdad, “eso” había regresado…

Desde entonces fui dejando de ver a mi amigo. Tiempo después, sólo supe por terceros que continuaba indagando en el mismo sendero. Creo que en ese momento estaba obsesionado por recuperar el control de las fuerzas que habían escapado a su dominio, para reparar así en cierta forma el mal que, sin quererlo y desde su particular punto de vista, había desencadenado. No supe nunca cuál fue el final de sus investigaciones y, por cierto, me gustaría saberlo. Tardé muchos años en poder contar esta experiencia (aún ahora, hacerlo es una catarsis). Más allá de su alta cota de extrañeza (que tal vez me hará aparecer como un farsante) su recuerdo lacerante removió, durante mucho tiempo, la angustiosa duda sobre lo que ciertos conocimientos esotéricos manejados con impulsividad e imprudencia, son capaces de liberar en las noches…

Durante un tiempo creí que lo ocurrido era explicable -si cupiera una explicación- estrictamente dentro del ámbito de lo místico, si no de lo psicológico. Pero op0rotunamente tomé conocimiento del llamado “Caso Santa Isabel”, ocurrido en la provincia argentina de córdoba, y analizado estupendamente por el doctor Oscar Galíndez y su equipo de la revista “OVNIs, Un Desafío a la Ciencia”. El episodio data de 1972 y trata del operario de una planta automotriz que en horas de la madrugada, dirigiéndose a los lavatorios, se encuentra con esta figura:



(Fuente: “Inexplicata”, el blog de Scott Corrales)

¡y que se asemejaba en un todo a lo que nosotros vimos!. Fue allí, en una publicaciòn de las reputadas como “seria” en el mundillo ufológico, donde esta apariciòn -aún desprovista de toda asociaciòn con objeto lumínico cualquiera- podía ser vinculada a la hipótesis extraterrestre, fue cuando me pregunté si, después de todo, no habría un común denominador entre el Ocultismo y la Ovnilogía. Tantos años después, mi certeza es casi completa. Lo que me lleva a cerrar esta nota proponiendo un estudio comparativo que vaya más allá de “Pasaporte a Magonia” (**); una experimentación sistemática desde la perspectiva ufológica y con sus propios parámetros pero plenamente enfocada dentro del campo de la vivencia paranormal.
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(*) Proteiforme: que adopta distintas apariencias o formas, de acuerdo a la circunstancia.
(**) Jacques Vallée astrofísico y experto en informática francés, radicado desde hace décadas en EE UU, considerado un patriarca de la Ufología, escribiò este libro icónico donde propone una identificaciòn entre el fenómeno OVNI y los eventos feéricos a través de la Historia.