Monday, April 18, 2016

Lugares Malditos: La Montaña Negra



Lugares Malditos: La Montaña Negra
Por Scott Corrales
(c) 2016

Bajo Ered Engrin, Morgoth cavó un gran túnel que salía al sur de las montañas; y allí levantó unas puertas poderosas. Pero por sobre estas puertas y aun detrás de ellas hasta las montañas, apiló las torrestonantes de Thangorodrim, hechas con las cenizas y la lava de los hornos subterráneos, y las vastas escorias de la apertura de los túneles. Eran negras y desoladas y sumamente altas; y
de sus cimas salía un humo oscuro y hediondo, que manchaba el cielo septentrional.
-- J.R.R. Tolkien, El Silmarillion


No sabemos a ciencia cierta si Tolkien describía algún sitio en concreto en su caracterización de la guarida del malvado Morgoth. Tal vez le inspiró ver alguna enorme loma de escoria en el panorama industrial de Gran Bretaña, pero sus descripciones aplican perfectamente a un lugar muy específico en nuestro mundo: La montaña negra del noreste australiano, temida por las desapariciones misteriosas que se han producido en ella, y por el efecto anómalo que surte sobre los aviones que la sobrevuelan.

Australia ha sido motivo de fascinación para el resto del mundo – no solo por su variada y extraña fauna, que va desde simpáticos osos arbóreos y marsupiales varios hasta venenosas serpientes y arácnidos, sin contar el no tan legendario ser conocido como el Yowie, el pie grande de las serranías de Nueva Gales del Sur.

A pesar de que los primeros humanos llegaron al lejano continente hace 30,000 años, la cultura aborigen nos dice poco de su pasado, salvo por las narraciones orales que capturan “el tiempo de los ensueños” (en inglés, The Dreamtime). La llegada de los europeos marcó el comienzo de las investigaciones geográficas y antropológicas, descifrando el largo pasado del “gran continente del sur”, como aparecía nombrado en las cartas de navegación.

No hay nada parecido en la tierra a la montaña negra: un enorme apilamiento de rocas negras tan grandes como casas, algunas perfectamente lisas, como si las hubiese pulido algún gigante. A primera vista, el turista desinteresado pensaría que contempla la escoria de una enorme operación minera. Pero la mole de granito, con sus piedras casi ciclópeas, es un laberinto de pasadizos que conducen a lo desconocido, tal vez a tubos de lava milenaria de profundidad insospechada. En el idioma de los aborígenes se le domina Kalkajaka y se le considera sagrado y de muy mal agüero – un sitio que no debe ser profanado por los seres humanos. Los que tienen la osadía de hacerlo suelen desaparecer sin dejar rastro. En décadas recientes, hasta los rescatistas experimentados han desparecido junto a los desventurados que trataban de encontrar.

Antecedentes alucinantes

El Departamento de Recursos Naturales de la Provincia de Queensland (www.nprsr.qld.gov.au) nos ofrece detalles sobre la extraña formación, advirtiendo que hace doscientos sesenta millones de años, una gran masa de magma se formó en aquel lugar, sujeto a la erosión. “Las piedras más resistentes permanecieron como bloques rectangulares de gran tamaño cuyas esquinas se fueron redondeando paulatinamente. El núcleo granítico de la montaña yace hoy debajo del esparcimiento de piedras”. Cabe señalar que el fenómeno geológico está rodeado por miles de hectáreas de vegetación que incluyen selvas, bosques de eucalipto, tierras anegadizas y manglares.



En 1877, un ganadero de apellido Grayner salió en pos de una ternera extraviada, actividad que se veía obligado a practicar con frecuencia, pero en este caso, Grayner nunca volvió a su rancho y no volvió a saberse de él ni la ternera. La policía de aquel entonces opinó que era muy posible que el granjero se hubiese internado en los innumerables pasillos de la formación geológica, cayendo en vertical por las fisuras que se encuentran adentro. Poco después de esto, se tendría noticia de una pandilla de cuatreros que refugió en la montaña negra después de un tiroteo con las autoridades (la historia australiana del siglo XIX coincide mucho con la del “wild west” estadounidense de aquella época). Las autoridades nunca volvieron a saber de los cuatreros, ni de su líder, Sugarfoot Jack, ni estos dieron señales de vida. Sencillamente se esfumaron.

Cabe agregar una nota interesante: La University of Oklahoma Press publicó un libro titulado “Apaches: A History and Culture Portrait” por el estudioso James Haley. En la página 246 de la primera edición, el autor menciona las muertes de quince apaches a manos de un minero, “un preso llamado Sugarfoot Jack, quien se había escapado de Australia.” ¿Sería el mismo? Y de ser así, ¿significa que huyó de la maldición que pesa sobre la montaña negra?

En 1914, el geólogo E. Cecil Saint-Smith escribiría lo siguiente sobre la montaña negra: “De todas los afloramientos de granito que pueden verse en este distrito, tal vez no haya otro más interesante que la Montaña Negra. La cordillera está situada a veinticinco kilómetros al sur de Cooktown. Vista desde esta distancia, la montaña tiene un aspecto muy opaco debido al depósito de una capa muy delgada de hierro y óxido de manganeso sobre los enormes pedruscos de granito negro que constituyen la zona elevada. A la distancia, la Montaña Negra parece un enorme farallón de piedra básica. No es sino hasta que se examinan las colinas que tomamos consciencia de que se trata de granito gris. La característica más notable de este extraordinario hecho es la ausencia total de tierra en la superficie, ya que la montaña está formada por piedras ciclópeas sobrepuestas, comenzando a una altura de cuatrocientos pies sobre el nivel del mar, alcanzando la cima a mil cuatrocientos pies. En la superficie de la montaña abundan grandes agujeros, representando los espacios entre grupos de pedruscos apoyados mutuamente. La dura tarea de subir esta cordillera fue realizada por mi ayudante, el señor Graff, y por un servidor. Sin embargo, no tengo las más mínimas ganas de repetir la visita a la cima.” (Geology and mineral resources of the Cooktown district tinfields-Annan River, China Camp, Mount Poverty, etc. - North Queensland, 1914. Brisbane: A.J. Cumming, Government Printer, 1916).

La policía de Queensland seguiría enfrentando casos extraños. Harry Owens, otro ganadero, fue en busca de otra bestia descarriada y despareció sin dejar rastro. Alarmado, su colega George Hawkins dio parte a las autoridades antes de ir en pos de su amigo. Tampoco volvió a saberse de él. Dos agentes de la policía comenzaron la búsqueda, internándose en uno de los pasadizos. Como era de esperarse, uno de ellos se perdió para siempre dentro de la montaña, pero el otro salió de las tinieblas “totalmente trastornado por un pavor tan intenso que nunca le fue posible dar parte coherente de los hechos”. Se cuenta que dos jóvenes exploradores de cavernas llegados de Europa en 1920 se internaron en la montaña para desentrañar sus misterios. Tanto ellos como sus dos guías nativos desaparecieron.

Las desapariciones se remontan a “la época de ensueño” de la cultura aborigen, de ahí que partes de la extraña aglomeración pétrea fuesen declaradas tabú. Pero los europeos no estaban muy interesados en hacer caso de las advertencias de los detestados nativos. Pronto comenzaron a desaparecer rebaños enteros, caballos y personas que no volverían a verse jamás, con los estamentos oficiales ofreciendo como respuesta las fisuras, los gases y animales ponzoñosos ocultos en la penumbra, digna del mismísimo Lovecraft.


Una expedición arriesgada


No sería sino hasta 1991 que el explorador de cavernas checo Iván Mackerle decidió probar suerte con la Montaña Negra. Su blog (http://en.mackerle.cz/news/about-expedition1/) brinda al interesado en estos temas un acervo informativo considerable. Citamos lo siguiente:

“Internarse en la montaña es lo fácil. El sitio tiene una abundancia de abismos oscuros. Algunos de ellos no medían más de algunos pies de largo, mientras que otros abrían a una oscuridad insondable. Nos dimos cuenta de que nos tomaría meses encontrar el que nos llevaría al centro de la montaña. No nos quedaba más remedio sino arriesgarnos, arrojar la cuerda y bajar por una de las aberturas más grandes. Eso hicimos. En el interior, encontramos una cámara amplia con pasadizos que iban en distintas direcciones. Decidimos tomar el más amplio, que iba diagonalmente hacia abajo.

“A unas diez yardas nos internamos en otra cámara. El pasadizo volvía a dividirse en cuatro direcciones distintas. David convino en quedarse aquí y actuar de vigía mientras que Danny y yo seguíamos la búsqueda. Los primeros dos pasadizos resultaron ser ciegos, estrechándose entre los pedruscos hasta quedar intransitables. El tercer pasadizo nos obligaba a gatear, pero pronto encontramos un túnel transversal que nos permitió incorporarnos de nuevo. El suelo sobre el que caminábamos consistía de piedras, algunas de ellas movedizas y amenazando con deslizarse hacia el interior de una grieta o abismo. Repentinamente un gran murciélago voló hacia nosotros, casi impactándonos en aquel angosto corredor, y sentimos el batir de sus alas contra nuestras caras. Quedamos sorprendidos mas no amedrentados, a pesar de tratarse de un murciélago carnívoro salvaje (Macroderma gigas)”.

El explorador describe el momento que casi le costó la vida. Tratando de abrirse paso a través de una grieta debajo de una enorme piedra, otra piedra plana decidió moverse. “Gracias a mi cuerda, evité resbalar al abismo de un tiro diagonal, que se abrió repentinamente debajo de mis pies.” Mackerle comenta que las desapariciones en épocas anteriores, realizadas con antorchas y sin el equipo y la preparación adecuada, fueron consecuencia de la impredecible naturaleza de esta formación geológica.

Aberraciones paranormales

Como si todo lo anterior no fuese suficiente como para dotar a la Montaña Negra de un carácter único, comenzaron a circularse rumores hace un siglo de la supuesta comunidad intraterrena – los hombres lagarto – que supuestamente vivían en la oscuridad de esta inhóspita región de nuestro mundo. Los desaparecidos, según se afirmaba, acabaron siendo esclavizados y tal vez devorados por estos seres, cuya existencia se afirma (en círculos paranormales) en todas los países del mundo, bajo distintos nombres.

Una narración extraordinaria nos llega del otro extremo de Australia. En 1966, el periódico de la ciudad de Darwin publicó la noticia de que una operación ganadera, buscando agua para sus rebaños, había perforado un pozo de ciento dos pies de profundidad. En vez del líquido vital, la broca de la perforadora encontró una mezcla de carne, pellejo y pelambre.

El hecho tomó lugar en la estación Killarney, 350 millas al sur de Darwin, cuando el taladro operado por Norman Jensen atravesó varias capas de caliza, arcilla, tierra roja y arenisca para alcanzar la profundidad de 102 pies y caer abruptamente a 111 pies. Confiando en haber dado con un acuífero, Jensen hizo bajar una bomba para comprobar la calidad del agua. La cubeta trajo a la superficie la inquietante – y repelente – mezcla de material orgánico.

El condestable de la localidad afirmó nunca haber visto nada parecido. El material orgánico fue descartado en la superficie, y se agrega el detalle de que las gallinas lo tomaron por alimento sin sufrir efectos nocivos. Se enviaron muestras al departamento de salud pública de Darwin y de ahí a un laboratorio especializado en la ciudad de Adelaide, donde se pierde la pista de la muestra. El escritor Brad Steiger, quien incluyó el incidente en su libro Atlantis Rising, baraja una serie de alternativas: la carne de un topo gigante, los restos de uno de los amos de la tierra interior, o muestras de un cementerio subterráneo de humanos sometidos por los hombres lagarto.

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