Thursday, February 11, 2016

John A. Keel: Los Centinelas



Los Centinelas
Por John A. Keel
Revista SAGA UFO REPORT Diciembre 1977
Traducción por Scott Corrales para Arcana Mundi

“Nos llega un informe desde Londres que un oficial del ejército estadounidense acantonado en el Fuerte Omaha ha creado un invento eléctrico capaz de detener cualquier motor en el aire, derribando los aviones a tierra. EL informe manifiesta que la máquina, cuyos detalles están celosamente guardados, se proyectara por los aires como una columna de energía eléctrica de cualquier intensidad deseada, contra cualquier objeto determinado, a una distancia de cientos de yardas. El impacto dejaría desamparados a los tripulantes y detendrían los motores del avión en seco”.

Lo anterior es prueba documental de que EE.UU. ha desarrollado un haz EM (electromagnético) capaz de detener motores en la tradición de los platillos voladores. Sin embargo, hay un pequeño problema en este estremecedor informe: ¡Apareció en Mecánica Popular en septiembre de 1909! Obviamente, el informe desde Londres no era más que un rumor disparatado, puesto que no volvimos a saber del inventor ni su invento. Las invenciones fantasma son parte del viejo y amplio repertorio de lo forteano.

En su último libro, Wild Talents, publicado en 1932, Charles Fort nos ofrecía esta interesante nota:

“New York Times, 25 Octubre 1930. Unos 40 automóviles quedaron calados por una hora en la carretera entre Risa y Wurzen en Sajonia. Unos 40 choferes probablemente no quedaron sin voz en este asunto, y si el gobierno alemán experimentaba con “rayos secretos”, esto representaba más de su secretismo público. En el Times, 27 Octubre, se citó al matemático y ex primer ministro francés Paul Painleve: “Ningún experimento conducido hasta ahora nos permite dar crédito a semejante historia, ni visionamos la posibilidad de verlo realizado en el futuro inmediato”.

Hitler no llegó al poder hasta 1933, y es sumamente dudoso que se realizaran tales experimentos en 1930. Alemania estaba política y económicamente arruinada en este momento, y se realizaba poca experimentación de ese tipo. Sin embargo, en la primavera de 1936 hubo una oleada de automóviles misteriosamente calados en las carreteras cercanas a Osita en Italia. Los eventos recibieron amplia cobertura periodística en el momento. Raquel Mussolini, esposa el dictador italiano, figuraba entre los pasajeros en los vehículos inhabilitados. Los granjeros en la zona se quejaron a las autoridades de que sus ovejas caían muertas en grandes cantidades a la misma vez. Después de la Segunda Guerra Mundial se reveló que Marconi había estado experimentando en Ostia en 1936 y que era responsable de estos curiosos efectos (Ver “Marconi’s Space Age Weapon”, UFO Report, Septiembre 1977). Murió en 1937 y obviamente ni los italianos ni los alemanes llegaron a beneficiarse de este descubrimiento.

Aun así, se circularon rumores universales sobre los misteriosos autos inhabilitados a lo largo de la década de 1930, particularmente en Alemania, pero también en Gran Bretaña. Nuestra fuente para estos datos es nada menos que el ex Director de Inteligencia para el Mando Aéreo de la R.A.F., V. Jones, en una ponencia ante la Sociedad Astronómica de Newcastle en 1968, en la que dijo:
“Los años anteriores a 1939 estaban llenos de cuentos sobre un rayo paralizador de motores. Según el cuento que escuché en 1937 o 1938, se decía que una familia inglesa estaba de vacaciones en Alemania y que el motor de su auto repentinamente se atascaba, casi siempre en un camino rural. Un centinela alemán aparecía de entre los árboles para advertirles que se realizaban experimentos especiales en la zona y les sería imposible proseguir. Poco después, el centinela regresaría para decirles que todo estaba bien y que podían arrancar el motor de nuevo, con lo que el motor volvía a operar con facilidad y la familia continuaba su viaje.”

Rumores parecidos aparecieron en Inglaterra. “En un caso, supuestamente ocurrido en la planicie de Salisbury,” indicaba Jones, “no era una familia cualquiera la que quedaba inmovilizada en su coche, sino una familia de cuáqueros – se añadía el detalle de cuáqueros, porque se les caracterizaba por siempre decir la verdad”.

Su conclusión era que los rumores fueron fruto de las pruebas inofensivas de una estación de televisión en Frankfurt, Alemania, a cientos de kilómetros de Wurzen y Risa. Una explicación sumamente dudosa. Hubo numerosos efectos electromagnéticos raros en la planicie de Salisbury en la época posterior a 1947. Los expertos en inteligencia, como los científicos, detestan lo desconocido y lo inexplicable, y puesto que los alemanes obviamente no disponían de un aparato capaz de inhabilitar los sistemas de encendido de los coches, todos estos cuentos tenían que ser pura ficción.

En 1944 las misteriosas averías eléctricas tuvieron un giro nuevo cuando se convirtieron en un artilugio estándar de la ciencia-ficción. Una revista llamada Amazing Stories comenzó a circular rocambolescas historias espaciales que incluían casi todos los distintivos de un informe OVNI contemporáneo, incluyendo abducciones, amnesia, extraterrestres que vienen a la Tierra para investigar nuestras explosiones atómicas, y misteriosos rayos capaces de detener vehículos e intervenir teléfonos. Los lectores inundaban las redacciones de estas revistas con cartas que afirmaban la veracidad de todo esto, y que ellos habían sufrido experiencias personales con tales rayos. El director Raymond A. Palmer comenzó a estudiar estos asuntos en serio, llenando su revista de cartas y artículos de respaldo. En septiembre de 1946, un ingeniero llamado W.C. Hefferlin publicó una nota en Amazing Stories afirmando que “una avión de alas circulares” había sido probado con éxito en San Francisco en 1927. En junio de 1946, un expiloto del ejército describió sus extrañas experiencias en una caverna en la India en la que su compañero recibió “un agujero del tamaño de una moneda en su bicep derecho…estaba calcinado por dentro.” (¿Un rayo láser?). Firmó su carta A.C., pero un año después se le conocería mejor como Fred Lee Crisman.

Richard Shaver era la estrella de Amazing Stories en aquellos días, con sus narraciones sobre los “deros” que vivían en las profundidades de las cavernas y controlaban el mundo mediante rayos. Una nota sobre el Enigma Shaver en el número de junio de 1946 contenía lo siguiente: “El Sr. Shaver escribe que una mujer que vive en las cavernas le informó que los deros tuvieron una reunión bajo Londres y Berlín para determinar qué debía ser de nosotros. Nuestro director (Ray Palmer) iba a ser investigado. Un resultado de esta reunión fue el plan de secuestrar a nuestros directores, al Sr. Shaver y a todos nuestros familiares. Para cubrir el secuestro, se nos sustituiría por dobles bien entrenados. El mundo jamás se enteraría de que habíamos sido secuestrados, y que los deros habían tomado nuestro lugar.” Esta es la primera referencia al rumor de los “clones” – rumor que circula aún, y ha cobrado nueva vida en 1977.



A comienzos de 1947, Amazing Stories adoptó un subencabezado bastante audaz: “Extravagante ficción de hoy – Cruda realidad mañana”. Sin darse cuenta de ello, Ray Palmer se convertiría en una de las mayores autoridades del tema ovni en todo el mundo. De las miles de cartas que recibía, se iba enterando de los misteriosos apagones, extraños casos de lavado cerebral y amnesia, misteriosos objetos avistados en el cielo y el mar (un lector – buzo – afirmaba haber rescatado un extraño cilindro del Océano Pacifico en 1935. El objeto contenía una ventanilla y extraños instrumentos. Los expertos en metalurgia no pudieron penetrarlo con taladros, acido ni dinamita). Palmer se había sumergido en este fascinante fenómeno tres años antes de que Kenneth Arnold acuñara la frase “platillo volador”. Podemos imaginar la emoción de Palmer cuando los informes OVNI comenzaron a aparecer en la prensa nacional. Para él – y sus lectores – esto constituía prueba fehaciente de que todo lo aparentemente fantasioso que había publicado era cierto. Tanto él como sus colaboradores habían sido exculpados por los eventos que sucedían.



También quedaban exculpados los innumerables informes anteriores a 1947 sobre objetos raros vistos en el cielo. Las inhabilitaciones de autos en los bosques de Alemania podían ser síntomas de algo mucho menos ordinario que las pruebas electrónicas. Sabemos ahora, gracias a la labor de investigadores tales como Lucius Farish, que misteriosos objetos aéreos se han paseado por los cielos desde hace cientos de años. En los escombros de uno de los “cohetes fantasma” que explotaron sobre Suecia en 1956, los científicos hallaron un pequeño tubo que contenía un diminuto tablero de ajedrez. Hoy seríamos capaces de reconocerlo como un “chip” – un circuito miniaturizado como los que empleamos ahora en computadoras y aparatos electrónicos. Pero no se hablaba de chips ni transistores en 1946. A comienzos del siglo XX, dirigibles y aviones solo ligeramente más avanzados que nuestros propios diseños fueron avistados en todo el mundo, desde Suecia hasta Nueva Zelanda. En los ’40, se pensaba al menos en fabricar aviones de ala circular (pero el “flying flapjack” (tortilla voladora) de la Marina y el disco volador de AVRO resultaron ser fracasos monumentales). También habíamos jugado con el concepto de interferir electrónicamente con los sistemas de ignición desde 1909, pero alguien parecía tener uno en servicio para 1930.

Parece ser una progresión natural. Ahora que hemos visitado la luna y contemplamos a los planetas y a los viajes interestelares, el fenómeno se adelanta a nuestros esfuerzos tan solo un paso, tomando prestadas ideas a nuestro inconsciente colectivo e instando a los contactados a advertirnos contra las bombas atómicas. Tal vez ellos – quienesquiera que sean – no están interesados en forma tan paternalista sobre nuestra propia destrucción. Tal vez si nos destruimos con una explosión, estaremos destruyendo su mundo también. Esta era la advertencia que nos daban Richard Shaver (y Ray Palmer) en 1945. Tal vez compartimos un mundo o dimensión paralela con seres que disponen de la perspicacia para ver la naturaleza autodestructiva del hombre, y la sabiduría de temerle.

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