Wednesday, April 15, 2015

Los enjambres de luces y otros engimas



Los enjambres de luces y otros enigmas
Por Scott Corrales © 2015

En fechas recientes trascendió a los medios la noticia sobre las “luces” de las islas de Ibicuy, donde vecinos de distintas comunidades (se menciona Mazaruca) han visto luces que bañan los vehículos en luz o que se desplazan por la región como luciérnagas. En Estados Unidos existen luces parecidas que han adquirido cierta fama, como las “luces de Brown Mountain” en Carolina del Norte y la no menos conocida “luz de Marfa”, llamada así por su proximidad a la comunidad del mismo nombre en el estado de Tejas. Una de las mejores fotos de este fenómeno aparece, curiosamente, en la revista National Geographic en un artículo dedicado al Big Thicket (National Geographic 146, no. 4 (1974): 504–29), zona pantanosa de gran interés ambiental, concoido también en otros círculos como una región propensa a las apariciones del ser peludo denominado Bigfoot.

También se produce otro fenómeno – los enjambres de luces – que hemos llegado a conocer no tan solo por el folklore de muchos pueblos, sino por experiencias presenciales en las últimas cinco décadas. Los testigos de estos enjambres de luces suelen afirmar que se desplazaban entre los árboles del bosque, o muchas veces en campo abierto, como si tuviesen inteligencia propia.

El comandante Rupert Gould, conocido como “el Charles Fort británico” escribió un trabajo muy interesante sobre estas formaciones de luz en su libro Oddities (Rarezas) que se convirtió en un clásico a comienzos del siglo pasado, informando al público interesado en los misterios sobre asuntos que llenaron las revistas de OVNIS y temas paranormales en los ’70: los ataúdes movedizos de la isla de Barbados, las huellas del diablo en Inglaterra, el hechicero de la isla Mauricio y otros. Pocos recuerdan, sin embargo, su trabajo sobre “los berbalangs de Cagayan Sulu”.


En la actualidad nadie habla sobre berbalangs a menos que se trate de la versión de estas abominables y vampíricas criaturas en los distintos juegos de rol. Oriundos de las Filipinas, los berbalangs son ghouls que deben nutrirse de carne humana, pudiendo morir de no hacerlo. Identificarlos resulta fácil, nos explica el autor, puesto que las pupilas de sus ojos son verticales como las de los felinos.

Gould basa su informe en la correspondencia de un tal Ethelbert Forbes Skertchley quien llegó a visitar la isla de Cayagan Sulu – conocida hoy como Mapun en la provincia de Tawi-Tawi - antes de la invasión estadounidense de 1898. La isla, casi de frente con la enorme y misteriosa Borneo, no tenía mayor ley entonces sino un fortín con cuatro soldados y una bandera de latón, con una población total de mil quinientos. Se le informó a Skertchley que los nativos obedecían a sus jefes, pero que los berbalangs no lo hacían. La isla entera temía a este otro grupo, lo que avivó la curiosidad del visitante.


“Los berbalangs,” escribiría posteriormente el visitante en su informe, “abren las tumbas y se comen las entrañas de los cadáveres, pero el suministro de estos es limitado en Cagayan, asi que cuando tienen la necesidad de alimentarse de carroña, se dejan caer al suelo, habiendo tomado la precaución de ocultarse primero, y liberan sus cuerpos astrales. Así, en volandas, entran dentro de cualquier hogar y poseen en cuerpo del inquilino, devorando sus entrañas.”
Como en toda creencia popular, existen salvedades para proteger a los vivos: se puede escuchar la llegada de los berbalangs, gimiendo en la oscuridad, y sus ojos son como luciérnagas. Los vivos también se resguardan contra estas nefastas presencias llevando consigo una “perla de coco” – objeto de por sí difícil de obtener, pero considerado como talismán de gran fuerza en esa parte del mundo y en la India.

Lo verdaderamente interesante para el lector contemporáneo es que Skertchley tuvo su propia experiencia con estas criaturas, incluida en el Journal of the Asiatic Society of Bengal, Vol. LXV, Parte III, 1896. Traducimos aquí el texto que incluye el comandante Gould en Oddities:

“Habiendo escuchado tanto sobre los berbalangs, estaba ansioso por verlos, pero no me fue posible encontrar quien me guiara. Dos o tres días más tarde, Matali, el hijo mayor de Hadji Mahomet, se ofreció a acompañarme, y salimos enseguida. Llegamos tener la aldea de los berbalangs a la vista a eso de las cinco de la tarde, pero Matali se negaba a acercarse a más de media milla, e intentó hacerme desistir. Finalmente, me decidí a acercarme más, y Matali me suplicó que llevara su cuchillo “kris” conmigo, advirtiéndome que no debería aceptar ningún alimento proferido por los berbalangs sin antes salpicarlo con zumo de lima…

“Con el kris y unas limas en la mano, y con Matali orando por mi seguridad, llegué a la aldea. Era un puñado de casas de tipo nativo, pero con la excepción de algunas aves y un chivo, no había nadie a la vista. Esto me sorprendió y me interné en varias casas. Todas estaban desiertas, y en una de ellas había arroz en vasijas, bastante caliente, como si los ocupantes de la casa salieron repentinamente a la hora de cenar. Volví a donde estaba Matali, contándole sobre el estado de abandono de la aldea. Palideció y me suplicó que regresáramos inmediatamente, ya que los berbalangs estaban fuera y sería peligroso toparse con ellos en la oscuridad.

“En medio de un valle abierto sin árboles escuchamos un gemido agudo, como de alguien que se queja de dolor. Matali se agachó en la hierba alta enseguida, agarrándome para hacer lo mismo. Me dijo que los berbalangs bajaban por el valle, y que nuestra única oportunidad consistía en pasaran de largo sin vernos. Nos echamos en la hierba mientras que el gemido se hacía más tenue. Matali me susurró que ya se acercaban.

“El sonido disminuyó, convirtiéndose en un alarido tenue, y comenzamos a escuchar el batir de alas, mientas que un enjambre de luces, como luciérnagas, pero rojizas, pasaba sobre nosotros. Sentí que Matali me agarraba fuertemente del brazo, y una sensación desagradable y hasta espeluznante en las raíces de mi cabello, pero una vez pasadas las luces, el gemido aumentó. Matali dijo que ya se habían ido, que podíamos marcharnos”.

El aventurero británico concluye diciendo que al día siguiente apareció muerto un lugareño en cuya casa se había internado el enjambre de luces.

La tradición celta

Resulta posible atribuir la falta de miedo del visitante a la flema inglesa o tal vez algo más concreto – el conocimiento que se tiene en las islas Británicas sobre manifestaciones luminosas parecidas que se atribuyen a los “wee folk” o “little people”, los duendes y hadas de la tradición celta, que se desplazan como luces o en ciertas ocasiones haciendo sonidos como abejas.


En 1911 el investigador W. Y. Evans-Wentz publicaba su monumental The Fairy Faith in Celtic Countries (La creencia en las hadas de los países celtas, Londres, 1911. Evans-Wentz gozaba de credenciales impecables, habiendo recibido su primer título universitario en Oxford (Jesus College) y su doctorado en la Universidad de Rennes en Bretaña. Dedicando su libro al gran poeta William Butler Yeats, Evans-Wentz comienza su singladura de quinientas páginas por el mundo de la tradición oral y el folklore anglo irlandés. Los diminutos y no tan diminutos seres de esta tradición viajan en formaciones luminosas. Uno de los entrevistados por Evans-Wentz afirma lo siguiente: “Al igual que mi compañero, quien vio todo lo que vi de las tres primeras luces, siempre fui escéptico sobre la existencia de los espíritus. Ahora sé que hay un mundo espiritual. Mi hermano, un médico, también fue escéptico hasta que pudo ver luces, cerca de nuestro hogar en Listowel, que contenían seres espirituales, lo que le forzó a admitir la realidad del fenómeno.” (Anotado en Oxford, Inglaterra, 12 de agosto de 1911). "Luces parecidas, paralelas a las luces de la muerte observadas por los perceptores celtas en el País de Gales y Bretaña, y lo que se denominan las "luces de las buenas personas" en Irlanda, fenómenos que no pueden rastrearse a ninguna causa material descubierta hasta el momento, fueron descritas por Jámblico y otros de su corriente filosófica," apunta Evans-Wentz.

La llegada de Bigfoot

“Estoy lidiando con un caso muy parecido al tuyo. Los clientes duermen en la misma habitación. Han visto lo que describen como luciérnagas azules cerca de la casa. Un día vieron un enjambre de ellas, como si miles estuviesen acurrucadas juntas.”

Esta cita textual aparece en el libro Skinwalker Ranch: No Trespassing, por Ryan Skinner y D.L. Wallace, obra que aborda el misterio del rancho Skinwalker – enigmática propiedad en el estado de Utah, EE.UU. investigada inicialmente por Colm Kelleher con el apoyo financiero del multimillonario Bob Bigelow. El terreno supuestamente atrae toda suerte de fenómenos, desde OVNIS hasta Bigfoot, pasando por lobos gigantes e insectos prehistóricos, y con la supuesta presencia de una “puerta dimensional” en los predios por las que entran criaturas aberrantes. Skinner y Wallace afirman en su propio trabajo que los enjambres de luz, y más aún las bolas de luz, tienen un efecto detrimental sobre los humanos.

“Dos cosas que he aprendido recientemente”, afirma Skinner,” es que las bolas de luz parecen producir una reacción emocional entre aquellos que llegan a verlas - a menudo tristeza, depresión o miedo”.

Pero el rancho Skinwalker no es el único sitio en que se han producido estos fenómenos. En una fría noche de Noviembre en 1964, afuera de localidad de Pleasanton, estado de Texas, un joven haciendo auto-stop para llegar a la vecina Kingsville detectó un sonido a su derecha, y al mirar, pudo ver tres bolas rojas y resplandecientes en el aire, con la que ocupaba la posición intermedia siendo un tanto más grande que las otras. Cuando las luces de un automóvil en el carril contrario se hicieron visibles, las tres luces se opacaron, reavivándose una vez pasado el vehículo. El testigo, sintiendo miedo, decidió que lo prudente sería volver a Pleasanton, pero al intentar hacerlo, el corazón le dio un vuelco: ocho figuras oscuras bloqueaban la carretera en dicha dirección.

Haciendo lo posible por vencer el miedo, el testigo sacó su cuchillo de bolsillo, dividiendo su atención entre las luces y las lúgubres figuras, que supuestamente parecían tener la capacidad de hacerse visibles e invisibles según fuese necesario, pero sin aparentar ser hostiles.

La relación que parece existir entre Piegrande y las luces también aparece en el libro Bigfoot de B.Ann Slate y Alan Berry. Un grupo de excursionstas californianos en las serranías de dicho estado - los primeros en obtener grabaciones fidedignas de las vocalizaciones de estos seres - mencionaron la presencia de luces anómalas en la presencia de estos seres. En 1974, cuando los excursionistas se habían retirado a sus respectivas tiendas de campaña por la noche, uno de ellos salió de nuevo para preguntar si alguien había apuntado una linterna hacia su tienda. La respuesta fue negativa. "Bueno, pues hay algo raro allá afuera," afirmó el primero. "Alguien acaba de alumbrar la zona como si fuese con un estrobo". Dos de los excursionistas mencionados en el libro de Slate y Berry coincidieron en su descripción de la luz - una fuente de iluminación del tamaño de una bola de baloncesto o hasta pelota de playa, de tono azulado.

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