Thursday, October 02, 2014

Rodando hacia lo desconocido: OVNIS y motociclistas



Rodando hacia lo desconocido: OVNIS y motociclistas
Por Scott Corrales (c) 2014

Desde su fundación en la década de los ’50, la desaparecida revista británica Flying Saucer Review funcionó como referente en el mundo de la ovnilogía, convocando a los escritores e investigadores de mayor prestigio de ambos hemisferios bajo la dirección del políglota Gordon Creighton, quien había heredado el mando de la revista de su fundador, Waveney Girvan. En las páginas de la revista se daban cita toda clase de perspectivas sobre el fenómeno de los no-identificados (procedencia extraterrestre, interdimensional, militar, mística, etc.) y la sección de cartas la redacción siempre contenía joyas dignas de leer.

Un ejemplar del verano de 1978 nos interesa en particular:

“Me permito la oportunidad de escribirle para narrar una experiencia extraordinaria que tuvimos mi esposa y yo el 21 de junio de 1977. Era un viernes, y con mi esposa al mando, íbamos en nuestra motocicleta a lo largo de la troncal A56, saliendo de Manchester, donde habíamos pasado la noche con unos amigos.
“Nos desplazábamos por Salford cuando me distrajo una luz en el cielo que tomé por un reflejo del solo sobre la visera de mi casco, así que no le presté mucha atención. Le explico que ambos usamos cascos de cara completa con viseras plásticas que pueden elevarse o bajarse sobre el rostro. No tuve motivos para intercambiar palabras con mi mujer – era mejor dejar que se concentrara en el camino, cuyo tránsito era bastante pesado.

“Entonces, justo cuando pasábamos por Whitefield, me fijé nuevamente en la luz, considerándola como alguna especie de aparato aéreo. Estaba a nuestra izquierda y se desplazaba a nuestra misma velocidad – 35 millas por hora. No me sentí interesado en ella, considerando que se trataba meramente de un avión de los cientos que sobrevuelan la ciudad cada día, y seguí mirando el camino sobre el hombro de mi esposa.

“Pasamos por Bury, y aparte de tener que esquivar a los típicos acaparadores de camino (road hogs) que no hacen señales al cambiar de carril, no sucedió nada singular. Fue entonces que un cuarto de milla de los confines del pueblo de Bury volví a ver el aparato a nuestra izquierda. Esta vez me picó la curiosidad y lo miré detenidamente. Increíblemente, seguía viajando a nuestra misma velocidad, reduciendo la marcha cuando lo hacíamos nosotros, acelerando conforme lo hacíamos nosotros, y manteniendo el mismo ángulo en su posición relativa a la nuestra. Era como si nos tuviese anclados con un rayo invisible que sincronizaba nuestros movimientos. Pensé que viajaba demasiado lento para un avión, y demasiado bajo (el triple de la altura de una casa de tres plantas) para la seguridad de la tripulación.

“Levanté la visera para verlo bien. Pude ver que se trataba de un objeto fusiforme de 20 a 40 metros de largo, de color plateado brillante con una zona oscura en su centro. Sintiéndome emocionado, sacudí el hombro de mi esposa y apunté hacia el objeto. Ella inmediatamente se detuvo en el arcén. En aquel mismo instante, vi cómo el objeto se detenía antes de cernirse por algunos segundos, alejándose en el sentido inverso a su dirección original. Se ocultó detrás de algunos árboles y una casa, y corrí hacia el lado opuesto de la casa para mirarlo, pero ya se había ido.

“Nos quedamos totalmente estupefactos, porque ninguno de los dos habíamos visto nada parecido con la capacidad de desplazarse sin dificultades en perfecto silencio, sin dejar estelas de humo ni condensación – algo que desafiaba todas las leyes conocidas del movimiento. Llegado este punto, mi esposa comenzó a asustarse, así que arrancamos la moto y nos dirigimos hacia nuestra casa a alta velocidad. Jamás volvimos a ver el OVNI – o lo que haya sido – otra vez.


“Somos gente sencilla viviendo una vida normal, y lo que nos distingue del resto es que preferimos las motocicletas a los coches como nuestro medio de transportación. Tengo 31 años de edad y me desempeño como inspector de garantía de seguridad, mi esposa no quiere dar su edad, pero trabaja de cajera en un supermercado. Así que, ¿por qué nos escoltaba aquel ovni parte del camino desde Manchester a Nelson, dando la impresión que nos miraba cuando nos detuvimos a verlo? ¿Por qué?

“Otra cosa antes de despedirme. Se me ha olvidado mencionar que cuando mi mujer detuvo la moto, estábamos en un plano inclinado y la máquina rodó algunas pulgadas hacia atrás. Resulta difícil creerlo, pero el objeto también retrocedió cierta distancia mientras que lo mirábamos. Tal vez esto suene a delirios de loco, pero le aseguro que es absolutamente cierto y mi esposa me respaldará. Tal vez ustedes (FSR) puedan arrojar un poco de luz sobre el asunto, porque estamos totalmente desconcertados. Espero que al menos esto sea de su interés. Tal vez pueda sucederle a cualquiera de ustedes algún día”.

La carta la firmaba John Bracewell y no existen motivos treinta y seis años después para sospechar la existencia de motivos ulteriores en compartir su experiencia con los lectores de la revista. Su pregunta – sobre el posible interés del objeto fusiforme en su motocicleta – puede obtener varias respuestas según la orientación del investigador. El experto en los ovnis de pernos y tuercas dirá que los tripulantes de un mundo lejano estudiaban a la pareja y su transporte con fines científicos; el místico dirá que eran ángeles guardianes velando por la integridad de los ciclistas; el militar aseverará que un enorme prototipo de dron controlado por pilotos lejanos acechaba a los ciudadanos como parte de una prueba, y así por el estilo.

Resulta curioso que los ovnis tengan cierto apego hacia las motocicletas. Ese mismo año (1978) el Sr. T. Mayo transitaba por la oscuras carreteras de Buffalo Shoals, Carolina del Norte (EEUU) a las 22:55 horas cuando tanto el faro como el motor de su motocicleta se apagaron justo después de pasar al lado de un “disco con forma de domo” que se cernía a baja altura sobre el terreno. El objeto posteriormente despegaría en forma vertical, emitiendo un ligero zumbido.

El caso anterior nos trae a la mente un clásico francés de la gran oleada de 1954. La noche el 27 de octubre de aquel lejano año, un granjero en Les-Jonquerets-de-Livet (Eure) supuestamente vio un objeto fusiforme (como el avistado por John Bracewell en 1978) con luces en cada extremo que procedió a aterrizar en un pastizal. Invadido por el temor, el propietario de la granja se negó a investigar, pero dos horas después del incidente, se le calaba el motor a un motociclista que pasaba por la zona, arrojándolo de la máquina.


OVNIS en el desierto

En 1969, un hombre cruzaba el inhóspito desierto del Mojave en su motocicleta en un viaje con algunos amigos. Al detenerse para beber agua bajo la intensa luz del sol californiano a temperaturas en exceso de 50 grados centígrado, sintió que el corazón le daba un vuelco – acababa de descubrir que su suministro de agua se había agotado, y no atinaba a arrancar la moto nuevamente. Sus amigos ya le llevaban la delantera por muchas millas, y sin radios de dos direcciones (en esta remota época antes de los móviles) el hombre pensó que moriría solo por la exposición a los elementos. A punto de desfallecer, un objeto brillante y delgado voló sobre su cabeza, y persuadido por una voz interior, el desventurado motociclista sintió que era necesario seguir el rumbo de aquel objeto a pie, abriéndose paso entre los cactos espinosos y la arena. El trayecto le llevó directamente a una estación de gasolina y por consiguiente, a la salvación. El hombre creyó haber recibido mensajes telepáticos de un OVNI.

El agradecido sobreviviente era nada menos que el actor William Shatner, protagonista de la legendaria serie Viaje a las Estrellas y una pléyade de proyectos posteriores. Shatner narraría su experiencia en el primer capítulo del programa “One Step Beyond” y pasaría a ser el anfitrión de varios documentales sobre los no-identificados, interés que persiste hasta la actualidad, desempeñándose como presentador del programa “Weird or What” sobre cosas y situaciones insólitas. Shatner, de temperamento caprichoso, afirmó durante los ’90 que su vivencia en el Mojave era un fraude. “En todos estos años, seguí la corriente con esa narración, pero finalmente dije: - No, fue in invento mío. Ahora no me lo puedo quitar de encima”.

Shatner, quien ha renegado de Star Trek muchas veces en las pasadas cinco décadas, ha manifestado su interés en aparecer en una nueva entrega de dichas películas. Es muy posible que vuelva a desdecirse sobre lo sucedido bajo el intenso azul del Mojave.


Sherry Jamison, seudónimo que oculta la verdadera identidad de una conocida agente de bienes raíces, tuvo una serie de experiencias insólitas con lo que tildaríamos como “seres humanoides” en el campo de la investigación ovni desde su infancia. Una noche, conduciendo su motocicleta por las oscuras y solitarias carreteras que cruzan las montañas Watchung del estado de Nueva Jersey, Jamison perdió el control de su moto y chocó contra un árbol. La posibilidad de obtener ayuda o anticipar rescate en aquel sitio deshabitado (paradójicamente, a ochenta kilómetros de las luces de la gran Nueva York) era nula, y la motociclista estaba totalmente desamparada. Aquí entra en juego lo insólito:

“Iba en mi moto y derrapé, torciendo el caballete en el proceso. No sufrí heridas, pero con el caballete torcido, me era imposible moverlo para arrancar la moto de nuevo. La oscuridad era total. Fue entonces que vi a los seres que se habían aparecido en mi dormitorio. Eran como los “grises”, pero más blancos y menos humanos. Diría que llevaban un traje enterizo blanco en vez de gris. Pero no los consideraba como aliens, sino sencillamente como amigos. Dos de ellos me miraron y procedieron a levantar la motocicleta en perfecto silencio, enderezando el caballete. Asentí su ayuda con la cabeza y arranqué la moto. En aquel entonces no teníamos arranques eléctricos, y proseguí mi camino”. El caso aparece en mayor detalle en el libro Extraterrestrial Visitations: True Accounts of Contact (Llewellyn, 2002) por Preston Dennett.

En el caso Jamison, podemos creer sus aseveraciones sobre la ayuda de extrahumanos o pensar que algún proceso mental le hizo imaginar “ayudantes” que enderezaron su aparato, cuando ella mismo realizó el proceso en un estado de fuga disociativa. Pero eso nunca lo sabremos, ya que según el autor del libro, la motociclista se niega rotundamente a someterse a la hipnosis.

Otra experiencia nocturna que involucraba seres desconocidos y carreteras desoladas es la de Phil Shepherdson, quien iba en moto por los fríos caminos de Easingwold (Norte de Yorkshire, Inglaterra) en el mes de febrero de 1979. Al doblar una curva, Shepherdson se encontró con un objeto triangular negro que contenía un “ovninauta” en su interior y dos seres idénticos parados en el pastizal circundante. “Giré la cabeza para mirar un prado que había a mi izquierda y lo que vi me dejó desconcertado”, confesó el motociclista. “En el campo había un objeto triangular en silencio absoluto. La parte superior de este triángulo estaba rematada por lo que parecía ser una cabina que contenía una figura, y solo pude divisar que llevaba puesto un casco negro y un traje enterizo del mismo color. La criatura me miró, y me quedé paralizado de asombro. Al lado del objeto había dos figuras más que dejaron de realizar sus actividades para mirar hacia mi dirección. Me sentí embelesado y temblaba. El silencio era absoluto mientras que intercambiamos miradas. Ciertamente hubo alguna forma de contacto, pero no sé lo habrá sido. No pude moverme ni pensar. De repente, mi mente lo rechazó todo y me subí a la moto de nuevo para dirigirme al trabajo. Me olvidé del asunto, como si algo me hubiera dicho que había visto algo que no debí haber presenciado”.

En septiembre de 1980, el granjero australiano George Blackwell presenció la aparición de un OVNI (cuya configuración no se describe) sobre un tanque de agua de 10,000 galones de agua en Rosedale (Victoria) y su posterior aterrizaje a unos 20 metros del mismo. Sin titubear, Blackwell se subió a su motocicleta y se dirigió hacia el objeto a todo gas. El granjero pudo escuchar perfectamente el largo silbido que emitía el objeto antes de emitir un “grito horrendo” que coincidió con la extensión de un largo tubo negro de la base del aparato desconocido. El objeto subió de golpe con un ruido ensordecedor, emitiendo una ola de aire caliente que casi derribó al granjero de su moto. No quedaba ni gota de agua en el tanque, y Blackwell experimentó jaquecas y nausea por más de una semana.

Moteros y Bigfoot

En julio del 2013, la asociación Pacific Northwest Motormarathon auspició un evento de “motociclismo de resistencia” (endurance motorcycling) en coordinación con la BMW Motorcycle Owners of America. El evento de cuatro días de duración tendría un tema singular: “Beemers, Bigfoot and Blue Skies” (BWM, Bigfoot y Cielos Azules) con el propósito de ir en pos del mítico gigante de los bosques norteamericanos a lo largo de los torcidos senderos en los interminables bosques de la costa del Pacífico, “con la esperanza de tener un avistamiento” con la criatura peluda, según John Metzger, fundador de la motomaratón.

Resulta dudoso que un pelotón de moteros tenga más suerte en localizar al escurridizo vecino de los bosques de Oregón y Washington que los silenciosos cazadores que han dedicado sus vidas a ello, pero no por ello debemos dudar la existencia de encuentros entre motociclistas y Piegrande.
Los archivos de la organización BFRO (Bigfoot Field Researchers Organization) – la mayor de las dedicadas a la investigación del tema – contienen un interesante caso del verano de 1996 sucedido en las cercanías de New Bandon, Condado de Coos, Oregón (EEUU). El informe explica en más detalle que se produjo en un sendero remoto – Moormill, cerca de Lampa Valley Road – y que los testigos, Dustin Anderson y Dustin Evernden, habían salido a pasear en sus motocicletas aquel día y en un buen momento se decidieron a descansar. Mirando al otro lado de un valle, pudieron ver “un animal cuya estatura oscilaba entre los 6 y 7 pies (1.80 – 2.20 metros) con hombros anchos y caminando en dos patas. Vimos cómo se levantaba, caminaba en dos patas y se sentaba en un tocón de árbol cercano. No nos acercamos por temor a enfurecerlo y meternos en un aprieto, así que nos largamos de ahí”. Los testigos también destacaron la ausencia de otros animales en la zona.

¿Qué podemos decir de todo esto? ¿Podemos afirmar a ciencia cierta que los motociclistas son más propensos a los encuentros con lo desconocido, dada su mayor exposición al ambiente, estando libres del caparazón protector del techo de un camión o automóvil? En absoluto. Lo que sí resulta interesante son los estados de fuga que vemos en los casos Jamison y Sheperdson tras sus experiencias, y las reacciones físicas del granjero Blackwell en Australia…evidencia clínica de los encuentros con lo desconocido.

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