Monday, April 15, 2013

Diálogo criptozoológico con John A. Keel (1989)




Diálogo criptozoológico con John A. Keel
Entrevista realizada por Mark Chorvinsky

Revista STRANGE # 5, 1989
Traducción de Scott Corrales para Arcana Mundi


John A. Keel, uno de los pioneros de la criptozoología forteana, ha publicado numerosos artículos sobre temas relacionados y es el autor de Strange Creatures of Time and Space, The Mothman Prophecies, Jadoo y otras obras que han sido de gran influencia en el campo, particularmente entre aquellos interesados en ir más allá del acercamiento zoológico a estos temas. Keel investigó muchos casos de “monstruos” personalmente, colaborando a menudo con el renombrado investigador forteano y criptozoólogo Iván T. Sanderson. Keel es el “niño malo” de lo extraño, un hereje entre herejes, y ha sentado las pautas en la investigación de lo forteano por más de tres décadas. Jamás ha temido abordar los aspectos más intrigantes del fenómeno, estando dispuesto en todo momento a considerar teorías inusuales cuando los paradigmas convencionales no dan abasto.

Contacto inicial con lo criptozoológico

Mark Chorvinsky: Muchos tal vez no te asocien con la criptozoología, debido al desafortunado encasillamiento de tu imagen como experto en ovnis.
John A. Keel: La criptozoología fue mi interés inicial en este campo por mucho tiempo. Estuve mucho más interesado en monstruos y animales misteriosos que en la ovnilogía.
MC: ¿Qué fue lo que te atrajo inicialmente a los monstruos y animales misteriosos y tal? ¿Recuerdas tu contacto inicial con estos temas?
JK: ¡Claro! A los diez años de edad había uno en mi barrio. Todos los granjeros lo iban buscando con escopetas, y hablaban de un simio gigante.
MC: ¿Qué año era?
JK: Sería por 1940. Vivía en una granja. Esta cosa se apareció en un camino vecinal, y lo vieron más de una vez. Todos los granjeros pensaban que se había soltado algún mono. Unos diez granjeros locales se presentaron con sus armas de fuego y se pusieron a buscarlo. Se propusieron cazarlo, y estaban locos por dispararle a algo de todos modos. Nunca se mencionó nada en la prensa. Solamente una fracción de estas cosas llega a los periódicos. Vivíamos en una granja cerca del Perry en el norte de Nueva York, entre dos aldeas – la que me quedaba más cerca estaba a cinco millas. Por lo que recuerdo nunca capturaron nada, y nadie volvió a ver aquello. Esa fue mi introducción al tema, aunque en aquel momento no me hizo mella. Más de una persona vio lo que tomaron por un enorme mono o algo así. Debatieron si era un oso o un simio. Nunca habíamos visto osos por aquellos lares, y mucho menos simios.
MC: ¿Existía alguna creencia local en monstruos?
JK: No. Nada.
MC: ¿Cuándo te iniciaste en estos temas? ¿Se debió a este caso del monstruo local?
JK: Fue una de las cosas que me llamó la atención. Recuerdo haber leído a Charles Fort cuando era pequeño, y para los 12 o 14 años había leído todo lo disponible sobre temas forteanos. Existía un programa de radio cuyo presentador – se llamaba “Nelson Olmsted” – siempre hablaba de Charles Fort. El programa era “The Passing Parade”. Contaba historias a lo Fort y yo lo escuchaba todos los domingos por la radio. Tenía una de esas voces azucaradas que se estilaban en la radio en aquel entonces, y hablaba de todos estos temas – todo lo que salía en los libros de Charles Fort. Esto habrá sido allá por los cuarenta, tal vez 1942 por ahí.
MC: ¿Pensaste que algún día acabarías investigando estas cosas?
JK: No. El tema sencillamente despertó mis inquietudes, eso es todo.

Iván T. Sanderson

MC: ¿Recuerdas cuando conociste a Iván T. Sanderson por primera vez?
JK: Lo conocí en los ’50. Tal vez nos juntamos cuando él escribía su obra The Abominable Snowman, porque yo participaba en todos los programas de radio y hablaba del abominable hombre de las nieves. No recuerdo el momento en que trabamos una amistad regular. Pero fuimos amigos por buen tiempo.
MC: ¿Llegaron a investigar varios casos juntos, no?
JK: Sí, participamos juntos en muchos casos. Hubo muchas mutilaciones de ganado en la década de los ’60 y acudimos a varias de ellas. Hablamos mucho sobre estos casos. Estaba muy interesado en lo de los canguros, sabes?
MC: ¿Los “canguros fantasma” como les dicen?
JK: Sí. El los llamaba “marsupiales misteriosos”. Tenía varias frases favoritas y esa era una de ellas: “¡Los marsupiales misteriosos andan allá afuera, Keel!” Había recopilado esas historias desde la década de los ’40. Si has leído a Loren Coleman, tal vez pensarás que se trata de algo reciente, pero no lo es. Los canguros siempre han merodeado los Estados Unidos por muchos años. No lo entendemos bien del todo porque no creo que los canguros puedan sobrevivir las temperaturas del norte por mucho tiempo.
MC: ¿Llegó Iván a decirte cómo se interesó por estos temas?
JK: Parece que estaba interesado desde muy joven. Leyó los libros de Fort a temprana edad, y juró que a los 17 ó 18 años de edad – y esto nunca me hizo sentido alguno – había acudido a uno de los almuerzos o cenas para forteanos organizadas por Tiffany Thayer. Pero nunca lo creí del todo. Creo que Iván estaba en Inglaterra en aquellos tiempos. Y esta es una de las afirmaciones de Iván que tengo que tomar con pinzas porque no me parece razonable que estuviese participando en uno de estos eventos a los diecisiete años en los Estados Unidos. Creo que la primera cena forteana se celebró en 1932. Iván tenía una multitud de intereses. Su interés principal eran los animales y escribió libros definitivos sobre animales. El libro “Animal Treasures” le llevó a la fama. Ese fue su best-seller y era muy joven cuando se publicó, creo que apareció en 1938. Tuvo impacto, buenas ventas, y eso le hizo decidirse a convertirse en autor. Hasta la hora de su muerte pasó un mal rato, porque los autores no ganan mucho dinero, y tuvo que hincar los codos.
MC: Me imagino que entre sus presentaciones públicas, libros, artículos para revistas y SITU (su organización) debió haber estado en una posición estupenda para tomar conocimiento de casos nuevos y acumular datos.
JK: Oh, sí. Hizo contactos durante un plazo de muchos años. Si algo anómalo sucedía en cualquier sitio, Iván era el primero en saberlo. No importaba de qué se tratara – poltergeists o monstruos o lo que fuera. Canalizaba todas estas cosas desde todas las regiones del país, de los departamentos de policía y todo. Recibía toneladas de cosas fantásticas cada mes, y ahora que ya no lo tenemos, esa fuente ha mermado considerablemente. Todos los que pasaban por el este de EE.UU. acababan en casa de Iván, viviendo a su costa durante meses. Llegaban e Iván se encargaba de cocinar, lo que suponía una carga pesada cuando tenía media docena de personas ahí. Casi llegó a tener un internado en la parte superior de su casa donde se alojaban los huéspedes. Yo le increpaba por no deshacerse de estos vividores, que supuestamente venían a quedarse el fin de semana y se quedaban por tres si contribuir nada. Bebían todos sus licores, devoraban su alacena y nunca reponían nada. Eran científicos y autores y tal.
MC: Me parece que Sanderson siempre definía lo forteano en términos muy tangibles.
JK: No es posible ubicar tantos asuntos forteanos dentro de lo tangible, así que hay que pasar a lo intangible.
MC: Cuando hablamos de cosas como la posibilidad de la existencia de entidades invisibles…¿se trataba de algo que Sanderson podía abordar?
JK: No. Evitaba meterse en eso.

El hombre con dos cerebros

JK: ¿Sabes? Iván afirmaba tener dos cerebros. Mencioné esto en una esquela que escribí para Flying Saucer Review. Cuando padeció problemas médicos al final de sus días, alegó que habían descubierto que tenía duplicados ciertos órganos, el cerebro entre ellos. Iván dijo que debió haber nacido con un gemelo, y que partes de su gemelo nacieron dentro de él. Tenía otra cosa redoblada…creo que los riñones o algo parecido.
MC: Me pregunto si ambos cerebros funcionaban.
JK: Si tal es el caso, a menudo funcionan como uno sólo. Amplió detalles al momento, pero ahora no me acuerdo.
MC: ¿Crees que era cierto?
JK: ¡Con Iván cualquier cosa era posible!
MC: ¿Decía lo de los dos cerebros en serio?
JK: Claro.
MC: Me encantaría haber visto las radiografías.
JK: Iván falleció en 1973 y se mantuvo activo hasta el último día. El día antes de su muerte, concedió una entrevista de radio por teléfono. Le encantaba hablar por la radio.
MC: Algunos autores afirman que antes de morir, Sanderson hizo cosas que no eran típicas de él y que su personalidad cambió. ¿Viste algo de eso?
JK: No, porque durante su último año de vida se negó a ver a nadie. Estaba tan enfermo que se negó de plano a verme. A mí no me importaba su estado – yo quería verlo. Así que no le vi durante aquel último año. La última conversación que sostuve con él fue durante su decimosexto cumpleaños, y eso fue tres años antes. Cenamos juntos y no hizo más que hablar de la muerte, y yo trataba de quitarle hierro al asunto. Sabía que su esposa estaba muriendo. No creo que su cáncer haya aparecido hasta uno o dos años más tarde. Su esposa falleció de cáncer un año antes que él.

El Yeti

MC: En Jadoo, tu primer libro, dijiste que tal vez habías visto un yeti.
JK: Los nativos me decían que lo que vi era un yeti. Lo que vi fue una gran cosa parda a mucha distancia. Me puse a porfiar con ellos. “Debe ser un oso”. Ellos contestaban: “No, no, no era un oso – ¡es el yeti!”. Procuraban convencerme de que llevaban la razón. Según recuerdo, estaba al otro lado de un lago o algo parecido.
MC: ¿Lo buscabas deliberadamente?
JK: Si, porque pensé que si lograba sacarle una foto al abominable hombre de las nieves, me ganaría buen dinero. Esa era mi meta. Pensé que sacarle una foto representaría una venta a la revista LIFE por cincuenta dólares tal vez. Circulaban muchas narraciones sobre el hombre de las nieves en aquella época, a mediados de los ’50. Entonces los ingleses, el periódico The Daily Mail, enviaron una expedición allá por 1955 o ’56 para buscarlo. Ralph Izzard escribió un libro sobre ello. Vieron absolutamente nada.
MC: ¿Tienes alguna teoría personal en cuanto a la existencia o inexistencia del yeti?
JK: Presiento que es un demonio. No creo que sea un animal verdadero. Creo que después de tantos años debemos tener más – y sabes que las Himalayas están llenas de turistas y gente ahora, y nadie se topa con nada. Hay muchas leyendas sobre la criatura que son de corte demonológico. Tendrás mala suerte si ves un hombre de las nieves. Gente como Loren Coleman intenta hacer caso omiso de todo el folklore, pero no se le puede pasar por alto debido a su abundancia.
MC: La expedición de Hillary, auspiciada por World Book Encyclopedia, ¿acabó por reducir el entusiasmo en el tema?
JK: Eso fue en 1960. Era una acción desmitificadora que no molestó a nadie. Lo del hombre de las nieves cautivó la imaginación de muchos en los ’60 y ’70 y acabaron descartándolo uno por uno.

Bigfoot

JK: Decidiste que tampoco existe Bigfoot, ¿es cierto?
MC: Exacto.
JK: Pues ya era hora.
MC: ¿Qué pensaste cuando Bigfoot hizo su primera aparición en California en 1958?
JK: No fue hasta que Iván y yo juntamos las piezas que nos dimos cuenta de la magnitud. Conocíamos los avistamientos dispersos por EE.UU., pero no sabíamos a qué grado llegaban. Parecían comenzar en California. Iván descubrió a la postre que sucedían en todo el maldito país.
MC: ¿Pensaba Iván en aquel momento que eran criaturas reales?
JK: Supongo que sí. Comenzó a escribir su libro por 1960 e investigó las tradiciones de los monstruos peludos en Norte América, y mientras más investigaba, más apasionante era todo. Encontró cosas en todo el país.
MC: John Green en su libro “Sasquatch: The Apes Among Us” alistó casos en todo el país también.
JK: ¿Sigue activo John Green? Conocí a John Green una vez en casa de Iván. Se hospedó con él por algún tiempo.
MC: Sí, pero el campo comienza a reducirse y los boletines comienzan a desaparecer.
JK: Le perdí la pista a la mayor parte de esa gente. Era un grupo muy activo a fines de los ’60. Peter Byrne aún recibe mucha publicidad. ¿Qué ha sido de él? ¿Sigue viviendo en los bosques? ¿Quién le paga las investigaciones ahora?
MC: Se retiró de la cacería hace tiempo y de la búsqueda de Bigfoot hace más de una década. Vive en Parkdale, Oregon y me dicen que es guía turisitco de kayak y rafting de aguas bravas.
JK: Bueno, en aquel entonces el campo era amplio y activo, especialmente en los ’60 y lo referente a Bigfoot y Sasquatch y todo eso. Mucha gente de la costa del Pacífico pasaba gran parte de su tiempo – o de su tiempo libre – cazando estas cosas. A diferencia de hoy, cuando hay sólo unos cuantos. George Haas tenía una revista y existía un buen boletín llamado “Manimal”. Alguien montó un museo de Bigfoot en California. En la década de los ’70, esta gente comenzó a morirse o darse por vencida hasta que finalmente sólo quedaban John Green y Peter Byrne. Pasé por alto el tema de las criaturas peludas cuando escribí “Strange Creatures from Time and Space” porque había tanto material en aquel momento, y no quise lidiar con eso. Creo que le dediqué un capítulo. Hubo mucho interés y gran actividad y luego todo acabó. Me imagino que habrá sucedido como con los ovnis ahora.
MC: Me parece que hay una segunda oleada de interesados en el asunto. Las películas “The Legend of Boggy Creek” y “Mysterious Monsters”, que salieron en 1972 y 1973, afectaron a muchos adolescentes.
JK: Luego vino la marejada de libros, y los libros acabaron por matar el tema. Sucede a menudo. Esto significa que el interés mundial ha llegado al máximo: aparecen nuevos libros y nadie los compra.
MC: Sé que tu opinión sobre la existencia de Bigfoot ha cambiado en los últimos 30 años.
JK: Así es. En la década de los ’50 estábamos convencidos de que eran reales. Sentimos que existía una buena posibilidad de alguien acabaría dando con algo, y que se obtendría una respuesta para algunos misterios. Cambiamos de parecer en los ’60. Recuerdo una larga conversación con Iván, quien dijo que la evidencia negativa se iba amontonando y que tal vez nada de esto estaba sucediendo. Fue casi al final que comenzó a darse cuenta de que Bigfoot no era un animal de verdad.
MC: ¿La gente llegó a saber que Sanderson, a final de cuentas, sintió que seres como Bigfoot no eran reales?
JK: Nunca escribió nada sobre el tema. Al final había dejado de escribir. Pero abordó el tema en la radio o con gente que le visitaba, o hacía mención en sus cartas.

Investigando criaturas extrañas

MC: El cambio de opinión sobre la realidad de Bigfoot, ¿fue fruto de investigaciones realizadas por Sanderson?
JK: Oh, sí. Viajaba a todos lados. Viajaba constantemente hasta en sus últimos años. Visitó Colombia Británica y esos parajes más de una vez.
MC: Eso le convierte en uno de los pocos que han realizado investigación tanto de gabinete como de campo.
JK: Ya no es cuestión de “los pocos” – casi no queda nadie en EE.UU. que haga eso. Casi no hay nadie investigando esto ahora. Hay dos o tres personas investigando Bigfoot, pero en los ’60 y ’70 había bastante gente interesada, y había más dinero en circulación. Date cuenta que el dólar no vale nada ahora, pero en aquellos tiempos podías viajar bastante barato. Recuerdo que una habitación de hotel costaba $5 por noche, y la misma habitación te costaría $50 por noche.
MC: Seguramente viajaste mucho.
JK: Era más fácil desplazarse. Las tarifas aéreas eran módicas y el alquiler de un coche me salía en tres dólares al día. Eso ya no se puede hacer. De hecho, no hay forma de que pudiese yo hacer lo que hice entonces.
MC: Así que uno de los mayores cambios en la investigación ha sido el cambio económico.
JK: Sí. Un viaje en 1968 te costaría $500, y hoy te puede salir en $5000. Tú mismo lo sabes. Lo has experimentado.
MC: He tratado de investigar tantos casos como puedo, y lo hago a tiempo completo, como sabes. Tengo que elegir mis casos con gran cuidado. Estoy seguro que en el pasado, si sucedía algo y te parecía interesante, salías de prisa a investigarlo.
JK: Eso fue lo que hice en los ’60. Me subía a un avión a dónde fuera y alquilaba un coche. Hay ciertas cosas que son absolutamente imposibles y la gente se empeña – como la reencuesta de casos antiguos. Es muy difícil.
MC: Tengo que discrepar contigo. Me encanta volver a los casos viejos, y Mark Opsasnick y yo hemos tenido un éxito rotundo en los casos históricos que hemos investigado. La criatura Dwayyo, el Snallygaster, el monstruo del pantano de Selbyville, la serpiente de mar de Ocean City, la “fotografía misteriosa” de 1912…
JK: Pero el material casi tiene que caer en tus manos. De no ser así, la frustración es total. Traté de hacerlo con muchos casos ovni de los ’50 y fue sumamente frustrante.
[…]
MC: ¿Tienes algún consejo para los investigadores?
JK: Sí. El que quiera meterse a investigador de estas cosas tiene que tener estudios básicos. Por ejemplo, tienes que saber cómo escribir un informe. Puedes ir a la biblioteca y conseguir un libro sobre cómo hacerlo. Ya sea un informe policiaco o de prensa, estas son las cosas fundamentales que se incluyen en un informe y que ninguno de estos sujetos incluye. Por eso el informe promedio de ovnis o monstruos no vale el papel sobre el que está escrito. No se trata de una ciencia oculta ni compleja – sencillamente es cuestión de reunir todos los hechos, pero esta gente no entiende los fundamentos de la investigación. Utilizan la palabra “objetividad” pero ninguno conoce su significado. Su concepto de la investigación de biblioteca consiste en ir al fichero. Ven que no dice nada sobre Bigfoot y dicen: “Bueno, aquí no hay nada” y se van. La otra cosa es que omiten hechos que no entienden o que les asustan, o que temen les haga quedar en ridículo”.
MC: O como anticientíficos. Así que consideras que existe una autocensura.
JK: Desde luego. Ha existido siempre, y va más allá de la autocensura. Pasamos a la mentira. Muchos de estos sujetos son mentirosos, y por eso siempre buscan a los mentirosos entre los testigos. Es algo psicológico.
MC: La proyección.
JK: Sí. Porque ellos mismos mienten. Hay gente en estos temas que acabaría automáticamente excluida y rechazada si llegaran a meterse en otros temas. Si estuviesen estudiando religión, les echarían de la religión. Y sin embargo, prosperan en estos campos esotéricos. Luchan entre sí y encuentras los conflictos de personalidad y los egos hinchados, y la censura suele ser lo normal.
[…]
MC: ¿Encontraste que los avistamientos de Mothman eran consistentes, o mutables?
JK: Los avistamientos eran muy consistentes. Siempre afirmaron que la cosa era de mayor estatura que un hombre normal – en otras palabras, medía más de dos metros de alto, y tenía ojos intensamente rojos. Nadie nunca pudo describir su rostro. Los ojos dominaban la cara. Las alas nunca sobrepasaban los dos metros de ancho, pero nadie podía decir a ciencia cierta si estaban cubiertas de pelo, de plumas, de escamas o qué. Se trataba de una aparición prodigiosa – una cosa grande y oscura con ojos fulgurantes. Una especie de manifestación esotérica, muy selectiva en cuanto a la gente que elegía. Seleccionaba aquellos que estaban a punto de morir, y algunos de ellos murieron durante esa etapa, o en el puente, y tal. Escogía mujeres jóvenes y atractivas, te lo aseguro.
MC: Un elemento común.
JK: Sí. Hacía cosas irracionales. Se paraba en medio de la carretera y tal. Quería llamar la atención, y en un caso se sentó en las ramas de un árbol mientras que un grupo de hombres trabajando para la reserva militar lo podían ver.
MC: ¿Cómo surgió el nombre Mothman?
JK: Uno de los periódicos en Charleston lo bautizó Mothman. En aquel momento, la serie Batman gozaba de gran popularidad en el cine. Ocupaba el primer puesto en popularidad, y uno de los periódicos comenzó a llamarlo Mothman, haciéndole eco a Batman.
MC: ¿Qué te atrajo al caso en el principio?
JK: Gray Barker. Me dijo que algunas personas habían visto esta cosa, pero que no había detalles, así que fui a investigar. Los periódicos de Nueva York jamás lo mencionaron. Dan Cohen u otra persona dijo que yo le había dado gran publicidad al Mothman, y no fue así. Escribí dos artículos sobre el tema en diez años, uno para Flying Saucer Review y otro para Saga, y eso fue todo lo que escribí. Pero Dan Cohen afirma que yo andaba por todos lados promocionando a Mothman. Mi artículo en la revista Saga apareció dos años después de los hechos. El libro, claro, apareció diez años más tarde. Me tomó diez años localizar una editorial.

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