Monday, November 14, 2011

John Keel: El misterio de las piedras de luna














John Keel: El misterio de las piedras de luna
(tomado del libro "Disneylandia de los Dioses" -1988)

Miles de años antes de que los indios llegasen a Norteamérica, floreció otra cultura en este lugar. Eran primitivos a nuestro modo de ver, pero como los primeros egipcios, eran buenos orfebres y un pueblo muy trabajador. Extrajeron cobre, hierro, plomo, y hasta carbón de la tierra. Tenían pozos petrolíferos. Eran grandes constructores y cavaron canales y sistemas de irrigación por todo el continente. Aún sobreviven restos de sus labores, incluyendo enormes muros de piedra, caminos, y pirámides de tierra. Midieron el paso de las temporadas y los movimientos de las estrellas mediante círculos astronómicos parecidos a Stonehenge en Inglaterra.

En aquellos lejanos tiempos, enormes mastodontes aún caminaban sobre la tierra. Nuestros ancestros desconocidos tallaron artefactos hechos de colmillos de mastodonte y trazaron dibujos de los animales en las paredes de los acantilados. Hasta hicieron imágenes de criaturas muy parecidas a los dinosaurios, como los dragones fantásticos de la China y de Gran Bretaña. Y, siguiendo la tradición de aquellos países, a menudo dibujaban un disco o circulo enfrente de las criaturas.

El disco era, en efecto, una parte muy significante de esa cultura. Miles y miles de pequeños discos de piedra, elaborados con mucho esmero por manos humanas, se han encontrado en excavaciones arqueológicas a través del país. La mayoría de ellos tienen menos de seis pulgadas de ancho, y parecen engranes de miniatura, de tal precisión que dan la impresión de haber sido hechos a mano. Un gran número de estas piedras se han encontrado en la región de Bolsa Chica en California, en una estrata de tierra que se remonta a los 8000 años de edad. Otros han sido hallados en los niveles más bajos de los montículos artificiales de los valles del Mississippi y del Ohio. Algunos sugieren la idea de que se usaban para un juego parecido al de damas, mientras que otros dicen que se usaban como dinero. Ciertamente tenían un propósito de gran importancia, pues la labor de tallarlas fue difícil y requería mucho tiempo. Por falta de un nombre mejor que darles, los arqueólogos las llaman «Piedras de luna». Son un engorro constante para los teoréticos de la ciencia, y la mayoría de las piedras de luna se hallan encerradas en cajas en los sótanos de los museos. Un juego de piedras de luna hallados en Nueva York resultaba doblemente desconcertante: los discos de Nueva York estaban rodeados de perforaciones cuidadosamente separadas y se encontraron en el nivel más bajo de un montículo, lo que indicaba que su confección había sido muy anterior a la llegada de los primeros europeos. Cuando los científicos se sentaron a estudiar las perforaciones, descubrieron que éstas habían sido hechas con un taladro de acero. Por supuesto, los indios no tenían taladros de acero.

Aún más desconcertantes son los tres discos hallados en Old Crow, en Lindenmeir, Colorado. ¡Los arqueólogos le echan 170.000 años de edad a los artefactos que se encontraron en dicha excavación! Los discos tienen bordes tallados uniformemente y se parecen a otros discos encontrados en Laugerie-Haute, Francia. Otros objetos encontrados ahí incluyen agujas de hueso, puntas de lanzas de piedra y alenas. Cosas creadas, aparentemente, por una cultura anterior a la era glacial.

Los discos de piedra y hueso pudieron haber sido empleados como moneda. O tal vez los cavernícolas gustaban jugar al juego de la pulga.


Esferas de piedra

Las piedras de luna norteamericanas se quedan microscópicas cuando se les compara con los cientos de esferas de piedra repartidas entre las selvas de América Central, principalmente en Costa Rica. Algunas tienen ocho pies de diámetro y pesan sobre dieciséis toneladas. Otras solo tienen varias pulgadas de diámetro, pero todas son esferas perfectamente formadas. No se sabe quien las hizo, cuando o para qué. ¿Eran bolas de boliche para gigantes? ¿Tenían algún significado religioso? Habría tomado un esfuerzo enorme para tallar una sola esfera para darle la forma deseada--se necesitaba girar la bola constantemente, y la rotación de una bloque de piedra de dieciséis toneladas no es nada fácil. Algunas de éstas esferas están dispuestas en arreglos geométricos en la selva. ¿Cómo fueron llevadas allí?

Un grupo de esferas está acomodado en línea recta alineadas con el polo norte magnético. ¿Poseían los escultores la brújula?

El coronel Fawcett, el explorador que desapareció mientras que buscaba una legendaria ciudad perdida en el interior del Brasil, estudió las historias de los nativos sobre esferas de piedra que resplandecían tanto de noche que se usaban como postes de luz.

Algunas de las esferas de Costa Rica están montadas sobre pedestales de piedra. Si alguna anomalía magnética les hacía brillar, probablemente alumbrarían un perímetro bastante amplio.

Pero, ¿acaso pueden brillar las piedras?


Morhemoodus

El pueblo de East Haddam, en Connecticut, fue lugar de una muy extraña historia de piedras luminosas a fines del siglo XVIII, según un artículo que apareció en el American Journal of Science en 1840.

«Hace cincuenta años, un europeo apellidado Steele vino al lugar y se alojó con la familia de un tal Sr. Knowlton por un plazo muy breve. » informó el reverendo Henry Chapman. «Era un hombre inteligente, y alegadamente viajaba bajo disfraz. Le dijo al Sr.Knowlton confidencialmente que había descubierto la ubicación de un fósil que llamó un carbúnculo, y que podría ir a conseguirlo en unos pocos días. En conformidad, pronto trajo a la casa una sustancia redonda y blanca parecida a una piedra durante el día, pero que era notablemente brillante de noche. Era su costumbre procurar su material por las noches. Cuando lo trajo a la casa del Sr. Knowles, lo ocultó en el sótano, que no tenía ventanas. Pero la luz que emitía era tan fuerte que la casa parecía estarse quemando, y podía verse a gran distancia. A la mañana siguiente, la envolvió en una lámina de plomo y se fue para Europa. No se volvió a saber de él.»

Los indios conocen a la región de East Haddam, Connecticut por el nombre de Morhemoodus, que significa «lugar de ruidos». Extrañas explosiones, así como cañonazos, siempre han espantado el lugar y aún se escuchan de vez en cuando. El investigador forteano William Corliss ha encontrado un número de informes modernos sobre el fenómeno, conocido localmente como los «ruidos de Moodus». No existe explicación científica para los sonidos.

Los labradores de piedra

Mientras que los nativos de Costa Rica estaban haciendo esferas de piedra y los indios tallando miles de pequeños discos de piedra, otros misteriosos labradores de piedra estaban enfrascados en su trabajo en todo el mundo.

Durante la guerra de Vietnam, un lugar llamado «la planicie de los frascos» (en inglés: the Plain of Jars) fue el escenario de varias batallas. La «planicie de los frascos» es una meseta alta rodeada de montañas, y su nombre proviene del hecho de que se encuentra regada de enormes frascos de piedra, mas de mil de ellos. Algunos de estos frascos tienen una altura de seis pies, y algunos pueden albergar a seis hombres a la vez. Están hechos de granito y caliza, y parecen haber estado allí siempre. Los pueblos de Indochina ni siquiera tienen leyendas para explicar su existencia. ¿Por qué se tomaría alguien el trabajo de hacer artefactos tan inútiles en un sitio tan lejano e inaccesible?

Cuando los primeros europeos llegaron a Nueva Inglaterra, quedaron sorprendidos al ver antiquísimas torres de piedra, enormes montículos de tierra y otras estructuras extrañas repartidas sobre el litoral. Muchos de éstos importantes monumentos fueron derribados y enterrados durante los primeros años de la ocupación, pero continuaban haciéndose nuevos descubrimientos. En la década de los 30, cientos de millas de buenas carreteras, de cuarenta pies de ancho, fueron desenterradas en el suroeste. Los indios no tenían ni caballos ni ruedas, así que realmente no requerían carreteras.

Los dólmenes (piedras verticales) y enormes estructuras del tipo de Stonehenge también se hallan repartidas a través de los Estados Unidos y, como sus semejantes en Dinamarca, Inglaterra y Francia, fueron elaborados con precisión matemática. Los científicos modernos piensan que se trataban de computadoras astronómicas. Los indios de las planicies norteamericanas eran mayormente cazadores nómadas y carecían del conocimiento necesario para construir semejantes cosas.

Los antiguos constructores norteamericanos también dejaron un sistema tremendo de canales de riego tan cuidadosamente planificados que su construcción iba mucho más allá de las capacidades de los indios.

Cuando los europeos causaron que los indios se retirasen hacia el interior, también destruyeron muchas de éstas viejas estructuras. Los cazadores de tesoros demolieron los montículos, hallando poco mas que unos huesos, lozas y cuenta. Los colonos desbarataron los muros de piedra para usar las piedras en sus propias cabañas. Solo unos cientos de los montículos originales sobreviven hasta hoy, principalmente en Ohio y Mississippi. Los montículos mexicanos corrieron la misma suerte. Una iglesia cristiana fue edificada sobre uno de los más grandes. El mayor de todos, más grande y viejo que la Gran Pirámide de Egipto, es la pirámide escalonada de Cuicuilco, México. Los arqueólogos descubrieron que los niveles inferiores estaban cubiertos de ceniza volcánica, que sí podía ser sometida a pruebas de radiocarbono. Estimaron que la pirámide de Cuicuilco había sido edificada hace por lo menos 8500 años. En otras palabras, una cultura edificadora de pirámides se hallaba trabajando en las Américas miles de años antes de que la civilización egipcia comenzase.

Conocemos vergonzosamente muy poco sobre ésta cultura porque los arqueólogos no saben cómo acomodarla en sus teorías. Mantienen aún el mito de que los indios cruzaron los estrechos de Behring aunque no existe evidencia para apoyar tal cruce. Los indios mismos afirman tener otras explicaciones sobre sus orígenes. Los cherokee dicen haber venido del este, cruzando el Océano Atlántico. Los hopi creen que emigraron hacia el norte desde Centro y Sudamérica.

Científicos realizando excavaciones en el estado de Nueva York han desenterrado artefactos obviamente hechos por esquimales. ¡Esquimales en Nueva York! ¿Cómo llegaron a apartarse tanto de sus túndras árticas? ¿O habrán comenzado aquí, desplazados hacia el norte por los constructores de montículos?

A través de los valles de los ríos Mississippi y Ohio se encuentran todas clases de estructuras antiguas y los restos de una civilización que pudo haberse comparado a las primeras civilizaciones del valle del Indo en la India y en el Nilo de Egipto. Las investigaciones en las capas superiores de los llamados «montículos indios» han revelado artefactos de hierro, cobre y distintas aleaciones. Los indios norteamericanos carecían de conocimiento alguno sobre la metalurgia, y se limitaban a forjar hachas de hierro meteórico, una sustancia tan poco común que las hachas se reservaban para ocasiones religiosas y ceremoniales. Sin embargo, se han encontrado armaduras de cobre, diestramente confeccionado de tubos de cobre, en algunos montículos. Existe un gran número de esqueletos con narices de cobre, aparentemente parte del rito de entierro; preparaciones tan delicadas y complejas como el procedimiento egipcio de la momificación.

En la región de los Grandes Lagos existe una red de antiguas minas de cobre. Algunas de éstas minas estaban en uso hace dos mil años, y debieron haber requerido miles de obreros para extraer y refinar el mineral. La cultura india giraba en torno a puntas de flecha de sílex y pieles de animal, no a la minería y a la metalurgia.

El petróleo resultaba inútil para los indios. Lo usaban en cantidades muy pequeñas para propósitos medicinales. El primer pozo de petróleo moderno de importancia se descubrió en Titusville, Pennsylvania en 1860, pero se han descubierto otros pozos viejísimos en el mismo lugar que indican que alguien extrajo petróleo de halló hace cientos--si no es que miles--de años antes. Herramientas, escalas, y métodos de construcción parecidos a las que fueron encontradas en las viejas minas de cobre alrededor del lago Superior se desenterraron en Titusville. Otro pozo petrolífero fue descubierto en Enneskillen, Canadá, y una mina de plomo fue hallada en una granja en las afueras de Lexington,Kentucky.

Norteamérica fue una vez una colmena de actividad industrial.

El pueblo con ojos lunados

Los mitos y tradiciones de los indios nos cuentan que grandes partes de éste continente fueron habitados en una época por hombres de tez blanca muy extraños.

Las tribus que ocupan lo que ahora constituye los estados de Kentucky y Virginia Occidental afirmaron que un rarísimo grupo de «gente con ojos lunados» vivió en esos parajes. Tenían pieles muy pálidas y grandes ojos redondos tan sensibles a la luz que raramente salían durante el día. Vivían en aldeas con casas de piedra que custodiaban fieramente. Los indios los evitaban, y de hecho, las ricas y fértiles colinas de Virginia Occidental jamás fueron pobladas por los nativos, por ser las tierras del pueblo con ojos lunados.

Los antropólogos de salón de nuestros días han dicho que los de ojos lunados pudieron haber sido supervivientes de la célebre «colonia perdida». Al poco tiempo de haber nacido Virginia Dare, conocida popularmente como la primera estadounidense, en 1587, tanto ella como sus padres y la colonia establecida en Roanoke Island se esfumaron totalmente. Cuando los buques de suministros llegaron desde Europa, encontraron que la isla estaba desierta. Las tribus indias más cercanas eran amigables y también estaban perplejas ante la desaparición en masa. La única huella que quedó de ellos fue una palabra sin sentido grabada en un árbol: CROATOAN.

Por quinientos años, los vikingos mantuvieron una colonia en Groenlandia, y al igual que la colonia en Virginia, desapareció sin dejar rastro. ¿Habrían emigrado masivamente a Norteamérica?

Las leyendas indígenas sobre dioses altos, rubios y tez clara son abundantes. Algunos de estos dioses suenan como vikingos en armadura. Pero otros supuestamente vestían ropajes blancos. Los indios piutes cuentan sobre mesetas sagradas en el oeste adonde vivían éstos dioses. Se decía que tenían varas mágicas que causaban dolores punzantes la piel (¿choques eléctricos?) y que producían parálisis. En algunas leyendas, éstos dioses tienen el poder de volar, y cruzaban los cielos nocturnos en grandes pájaros de metal.

Los esquimales, que tienen un parecido muy interesante a los olmecas de América Central, afirman que fueron llevados al lejano norte en pájaros de metal. Lo mismo que los asentamientos de Groenlandia y de Virginia, los olmecas desaparecieron repentina y misteriosamente.

Dioses y gente de ojos lunados aparte, los indios también tuvieron que lidiar con gigantes. Los indios Delaware creen que su tribu vivió en el oeste en una época, pero que emigraron hacia el este. En aquellos días, las tierras al este del río Mississippi estaban habitadas por una raza de gigantes que edificaron poderosas fortificaciones y ciudades. Se les conocía como los allegewi. Tanto el río Allegheny como las montañas del mismo nombre están nombradas en conmemoración a esa tribu. Los indios emigrantes pidieron permiso para pasar a través del país de los alligewi, y se les fue negado. Así que se formó una guerra contra los gigantes y los vencieron. Los alligewi huyeron hacia el oeste, siguiendo el cauce del Ohio y subiendo por el Mississippi hasta Minnesota. Durante el siglo pasado, se hallaron huesos humanos de siete pies de estatura en los montículos de Minnesota.

Los nativos del Ecuador cuentan de una tribu de gigantes que llegó a sus costas en balsas de cañas y se apoderaron del lugar. De las rodillas para abajo tenían la estatura de un hombre normal, y sus ojos eran del tamaño de platos pequeños. Los gigantes mataron a los indios y violaron a sus mujeres, pero fueron asolados por un desastre cósmico--un meteorito dio contra su asentamiento y les destruyó.

¿Serían estos gigantes los allegewi de ojos lunados, buscando un nuevo hogar?


Nuestra historia perdida


La evidencia concreta que hallamos a través de todo el continente señala que una cultura adelantada floreció aquí mucho antes de la llegada de los indios a través de su cruce mítico del estrecho de Bering. Debido a que los montículos, templetes etc., son sorprendentemente parecidos a los que se encuentran en Europa, Asia y hasta las lejanas islas del Pacífico, podemos especular que dicha cultura fue mundial. Probablemente alcanzó su cenit antes de la glaciación hace diez mil años, y deterioró debido a las catástrofes geológicas. Esta cultura realizó mapas del planeta entero, y fragmentos de esos mapas sobrevivieron el paso de los siglos hasta que llegaron a las manos de Colón. Los gigantes, que una vez habían cargado enormes bloques de piedra de un lugar a otro, y construyeron los monolitos que aún se yerguen sobre todos los continentes, gradualmente decayeron a un estado salvaje y fiero, motivados a ello por la necesidad de sobrevivir.

Posiblemente la Atlántida no se haya hundido bajo el mar. Tal vez estemos viviendo en ella.

(Traducción de Scott Corrales para Arcana Mundi)

Friday, November 11, 2011

John Keel: OVNIS, contactados y “agentes durmientes”










John Keel: OVNIS, contactados y “agentes durmientes”
(De la revista SAGA UFO Report -- Octubre de 1977)

En la jerga de la comunidad de inteligencia, el “durmiente” es el agente que permanece inactivo por años mientras que vive en un estado de “encubrimiento profundo”. El o ella sigue siendo un agente leal, pero no realiza labores de espionaje hasta que finalmente, tras muchas décadas de haber sido “sembrado”, su agencia de inteligencia requiere de sus servicios. Por ejemplo, se reveló en fechas recientes que un espía de Alemania Oriental fue enviado a vivir en Alemania Occidental para realizar una misión específica: entrenar a su hija de cinco años de edad para ocupar un cargo responsable, una vez mayor, como secretaria para una agencia del gobierno de Alemania Occidental. Suena increíble, pero esta clase de manipulación y planificación a largo plazo resulta común en el mundo tenebroso del espionaje internacional a lo James Bond.

Hay “agentes durmientes” sembrados a lo ancho de nuestra sociedad. Algunos viven y trabajan en una comunidad por 20 o más años, aceptados por todos como maestros, periodistas o comerciantes, recibiendo pago de alguna agencia aparte de sus ingresos regulares, esperando a que llegue el día en el que repentinamente se les exija abrir una caja fuerte, tomar fotografías furtivas, o en casos extremos, pegarle un tiro entre los ojos a alguien.

Dado que la comunidad de la inteligencia carece de miramientos, los “durmientes” a menudo son sacrificados – involuntariamente, claro – por el bien de una causa mayor. Hay evidencia de que Lee Harvey Oswald fue un durmiente que acabaría pagando el pato en un ardid complejo para asesinar a Fidel Castro. En vez de eso, algún buen conocedor de las maniobras de inteligencia manipuló a Oswald para convertirlo en el chivo expiatorio en el asesinato del presidente John F. Kennedy. La agencia o agencias que retuvieron a Oswald tuvieron que ocultar sus propios ardides, y la situación engendró tantos encubrimientos que la confusión total impera entre los investigadores del asesinato.

Candy Jones, la famosa modelo y esposa de Long John Nebel, el presentador estrella de la radio neoyorquina, fue otra clase de durmiente. Mediante el uso del hipnotismo y las drogas, la CIA la convirtió en una espía de encubrimiento profundo. Se le envió a cumplir misiones bajo estado de trance hipnótico, utilizando un nombre falso, y créanlo o no, una personalidad falsa que se le inculcó mediante las técnicas de lavado cerebral. Cuando regresó de dichas encomiendas, retomaba su personalidad y vida normal, sin ningún recuerdo de sus aventuras como espía. Fue víctima de estas prácticas de inteligencia que han estado en uso por más de 40 años.

En la década de los sesenta descubrí, para mi sorpresa, que los durmientes son algo común en el fenómeno OVNI. Al igual que Candy Jones, gente normal acaba movilizada al servicio de los ovnis para realizar un sin fin de misiones, pero sin tener memoria consciente de dichas misiones al regresar a sus vidas normales.

En términos del contactismo, se dice que han sido “utilizados”.

Al igual que todos los contactados, estos durmientes tienen dos características importantes – tiene actividades psíquicas latentes o activas, y son muy sugestibles (es decir, se les hipnotiza con facilidad)A menudo, como he señalado en mis distintos artículos y libros, se les implanta un recuerdo confabulado o fraudulento para explicar el plazo de tiempo durante el que estaban siendo utilizados. Una persona que no tiene recuerdos de una semana entera, por ejemplo, regresa con la impresión tangible de haber sido llevado a otro planeta. La psiquis humana es tal que se pueden colocar capas y capas sobre el inconsciente. La experiencia falsa llena la capa externa mientras que memorias sensoriales de la experiencia en sí se ocultan en capas más profundas. Un investigador inexperto, utilizando la hipnosis, sólo alcanza las impresiones superficiales y ni siquiera intenta alcanzar las capas inferiores. Una vez que el amateur ha hecho aflorar la impresión inicial, la capa oculta queda sepultada más que antes y alcanzarla se vuelve casi imposible.

Al igual que en los procedimientos de la inteligencia convencional – como en el caso de Candy Jones – el durmiente debe ser hipnotizado o drogado para alcanzar un estado de trance profundo. Los trances posteriores se logran fácilmente mediante un “gatillo”. Los gatillos pueden asumir una variedad de formas. Un sonido a una frecuencia específica puede hacer que la víctima entre en un estado de trance instantáneo. Luces que parpadean en una secuencia específica pueden lograr el mismo efecto, o basta con usar una palabra o mando sencillo. Después de que el doctor Benjamín Simon hipnotizara a Betty y Barney Hill, le fue posible inducir el trance con tan solo decir “Trance, Barney”. La Sra. Nebel a menudo entraba en un estado de trance espontáneo con tan solo mirarse al espejo.

He examinado contactados que fueron programados para entrar en estado de trance al ver un símbolo en particular...a menudo una letra del alfabeto griego, o combinación de letras griegas. Creen haber visto dichas letras pintadas en el costado de una nave espacial. Lo más probable es que meramente se les enseñó dicha secuencia de letras y que un mando posthipnótico fuese agregado a estos símbolos junto a la impresión superficial de una nave espacial. Sus mentes acabaron por combinar ambas cosas.

Lo común es que una sugerencia posthipnótica desaparezca en cuestión de meses, o algunos años, como mucho. Por consiguiente, una vez que la persona haya tenido la experiencia de contacto, los episodios de hipnosis deben repetirse periódicamente. Por este motivo, aquellos testigos que alegan haber tenido experiencias de contacto con un OVNI a menudo tienen experiencias que se repiten cada tres años. Desdichadamente, las experiencias posteriores a menudo están muy enterradas en el inconsciente, el testigo podrá carecer de recuerdos conscientes de ellas. Sólo la experiencia inicial, con su vívida corteza superior, puede retirarse mediante el uso de técnicas comunes.

Los “contactados silenciosos” que experimentaron algún tipo de contacto OVNI hace mucho tiempo, aún cuando niños, pueden convertirse en durmientes y experimentar períodos de amnesia temporal, etc. a lo largo de sus vidas sin relacionar estos lapsos con su primer contacto OVNI.

Las mentes de algunos testigos no pueden ajustarse a esta alteración patente. En ciertos casos, se desarrolla un conflicto clásico entre la mente consciente y el inconsciente. Las impresiones ocultas bajo las capas superficiales comienzan a aflorar, produciéndose un solapado que resulta en confusión o locura transitoria. Betty y Barney Hill solicitaron ayuda psiquiátrica porque sufrían de horrendas pesadillas, un resultado común de dicho solapado. Otros sufren porque las impresiones de las capas superiores se filtran a la mente consciente y la combinación posterior les convierte en fanáticos, predicadores OVNI. En un sinfín de casos de la casuística OVNI vemos que las impresiones ocultas acaban por hacerse con la mente consciente, obligando al contactado / contactada a asumir una personalidad totalmente distinta, y en algunos casos, ¡declararse extraterrestre! Otros, como en el caso de Candy Jones, acaban luchando con personalidades dobles.

Las personas que logran el ajuste sin ninguno de estos problemas pueden funcionar como durmientes en un sinnúmero de formas. Una llamada telefónica con pitidos misteriosos puede hacerlos entrar en trance durante el cual pueden escribir una carta basura o realizar cualquier otra actividad que normalmente no realizarían bajo otras circunstancias. En un caso de Nueva Inglaterra hace algunos años, un joven que era – sin saberlo – un durmiente acabó por meterse en líos luego de disparar contra un Hombre de Negro que conducía un Cadillac negro. En efecto, el HDN era un ciudadano común y corriente y el Cadillac era un vetusto Ford. Pero el joven investigador OVNI alucinaba en un estado de semitrance, ¡inducido por un sonido que emanaba por la radio de su vehículo! Su inconsciente proyectaba material abiertamente a su mente consciente.

Lo espeluznante de todo esto es que cada oleada OVNI puede hacer que más gente caiga bajo el control oculto del fenómeno. No hay forma de estimar cuántos “agentes dormidos” pueda haber luego de 30 años de avistamientos OVNI. Tampoco tenemos la manera de localizar todos los gatillos que se utilizan. Podemos teorizar con cierto grado de certeza que casi cualquier persona que desarrolle una obsesión con los OVNIS ha sido sujeta a laguna forma de programación mental en algún momento de su vida.

Hace años la comunidad de inteligencia descubrió la forma de producir el mismo efecto mediante la hipnosis, las drogas y las técnicas de lavado cerebral. Pero es inverosímil – o totalmente imposible – que alguna nación pudiese aplicar estos métodos a poblaciones enteras. Tal vez fueron los estudios de la CIA con los contactados OVNI los que les dieron la idea de crear agentes durmientes como Candy Jones.

(Traducción de Scott Corrales para Arcana Mundi)

Thursday, November 10, 2011

Policías al margen de lo desconocido















Policías al margen de lo desconocido
Por Scott Corrales (c) 2011


Hace algunas semanas tuve la muy grata visita de un pariente que nunca antes había visto las extensas zonas rurales de Estados Unidos. Regresando a casa con el recién llegado, este se maravillaba de la oscuridad casi impenetrable – por no decir la soledad – de los interminables caminos rurales y vecinales, llegando a exclamar: “¡Esto va pareciendo un decorado de cine! En menos de medio kilómetro nos toparemos con un platillo volador en tierra”.

Una reflexión casi idéntica aparece en las memorias de Jacques Vallée, el astrónomo e investigador de ovnis, que hacía caso omiso de las anécdotas ovni que rayaban en lo fantasmagórico hasta mudarse a una lejana comunidad suburbanita: “Tomamos un paseo dominical hoy. El camino sigue las márgenes del río Delaware con rumbo hacia las montañas del norte. Más allá de Frenchtown nos topamos con un paisaje agreste, impresionante y extraño. Una pendiente empinada nos llevó hasta Everittstown. Unas cuantas granjas sobresalían en el desolado paisaje cubierto de nieve. Las montañas Allegheny se erguían en el lado de Pennsylvania. ¿Por qué se siente tan atraídos nuestros visitantes por estos sitios tan aislados y olvidados? Al llegar el ocaso, siento como la capa de nieve congelada cruje bajo el peso de los neumáticos, y comienzo a experimentar los mismos miedos irracionales descritos por John Keel en sus libros. Al fin entiendo el terror primitivo que reflejan sus narraciones”. (Forbidden Science, p. 385)

Y esta es precisamente la América profunda, apartada de las tropelías de Hollywood y de los exigentes e impacientes habitantes de la fabulosa Nueva York. Casas y granjas distantes entre sí por muchos kilómetros, vecinos que se ven una o dos veces al año, anonimato y privacidad en partes iguales. Es aquí que leemos de los aterrizajes de objetos extraños, las luces misteriosas que persiguen a los automóviles y los seres peludos que cruzan caminos a zancadas. Cuando el vecino de la interminable ruralía estadounidense se enfrenta a lo desconocido, tiene dos alternativas: agarrar su fusil o llamar a las autoridades...y este artículo aborda esa segunda opción.

No podemos decir a ciencia cierta cuántos policías se han visto obligados a responder a una llamada referente a un OVNI, una criatura extraña o situación anómala. Los departamentos de policía municipales o citadinos no suelen explayarse sobre dichos asuntos, y la policía estatal mucho menos. Los agentes del orden público prefieren no hablar sobre situaciones extrañas – por temor al ridículo o represalias – pero con el paso de los años, muchos policías jubilados han decidido por no llevarse sus misterios a la tumba y compartirlos con un público interesado en las experiencias de personas con el entrenamiento que les convierte en “testigos expertos”.

Leonard Stringfield resumió el papel de la policía ante el fenómeno ovni de la siguiente forma: “un policía es menos propenso a desperdiciar su tiempo persiguiendo un OVNI dudoso, y mucho menos correr el riesgo de que el caso sea anotado en la bitácora policíaca. Su reputación profesional y personal están en jaque: una anécdota jocosa en la prensa local puede arruinar su eficacia como agente de la ley. Muchos policías reflexionarán antes de dar parte sobre una luz que bien puede ser Júpiter, o el haz de un proyector que se desliza entre las nubes”.

1955: Humanoides diminutos bajo el puente


En 1956, Ted Bloecher – uno de los investigadores ovni más destacados de América del Norte – se interesó por un caso de alta extrañeza ocurrido en Cincinnati, Ohio. Según las manifestaciones de Robert Hunnicutt, un voluntario de la Defensa Civil, cuatro seres humanoides de baja estatura se habían refugiado bajo un puente. El incidente había alarmado a las autoridades de tal forma que se tomó la decisión de apostar centinelas armados sobre el puente...por si acaso. Bloecher se entrevistó con el jefe de policía John Fritz, quien se mostró poco dispuesto a hablar del asunto. Pero con un poco de paciencia, Bloecher se enteró de lo sucedido durante el mes de mayo de 1955.

Robert Hunnicutt conducía un camión de la Defensa Civil en aquel momento – y el lector debe tener presente que esto era en plena Guerra Fría, cuando la posibilidad de un intercambio nuclear entre las grandes potencias parecía inevitable – sobre un puente en la comunidad de Loveland. Los faros del camión iluminaron tres figuras pequeñas de hinojos al lado del camino. La impresión inicial del chofer fue que “alguien estaba herido o haciéndose el gracioso”. Detuvo el camión, y sin pensarlo dos veces abrió la puerta y se bajó del vehículo. En cuestión de segundos descubrió que no había heridos y que no se trataba de ninguna broma: los seres tenían una estatura aproximada de tres pies (0.91 metros) y eran de color grisáceo, con indumentaria ceñida que cubría el bulto desproporcionados entre el hombro y la axila.

“Eran feos”, comentó Hunnicutt al investigador, afirmando que sus rostros guardaban cierto parecido con el de un sapo porque la boca era una raya uniforme sobre sus rostros grises. Los ojos parecían de plástico; uno de los seres portaba una especie de palo o cadena que emitía destellos. El encuentro cercano tuvo una duración estimada de tres minutos hasta que el chofer de la Defensa Civil decidió que lo prudente sería retirarse. Al entrar en la cabina de su camión, percibió un fuerte olor de “alfalfa recién cortada con almendras” y se dirigió de inmediato a la casa de Fritz, el jefe de policía.

El policía regresó al lugar de los hechos con Hunnicutt, armado con su pistola y una cámara, pero no pudo ver nada. No obstante, el jefe Fritz se había enterado a través del Ground Observer Corps (cuerpo de observadores en tierra) de los avistamientos OVNI que se habían producido la noche antes de la experiencia de Hunnicutt, y que habían resultado en el “scramble” de interceptores de la USAF desde el Mando Aéreo en Columbus, Ohio.

1967: Un secuestro en Ashland

Lo desconocido irrumpió en la vida del patrullero Herb Schirmer en la madrugada del 3 de diciembre de 1967, mientras que realizaba sus labores de vigilancia en los alrededores de Ashland, Nebraska. De 21 años de edad y ya veterano de la Marina, Schirmer no tardó en darse cuenta que algo andaba mal en la silenciosa madrugada en los alrededores de Ashland: Al pasar cerca de un rancho de la localidad, había visto un toro arremetiendo contra las rejas, visiblemente espantado por alguna causa desconocida. A eso de las dos y media de la mañana, mientras que escuchaba informes sobre un accidente de tránsito por la radio, Schirmer se fijó en lo que parecía ser un vehículo averiado en la cuneta. Pero al acercarse al supuesto vehículo, llegó a ver que este presentaba luces rojas parpadeantes y que, de hecho, parecía estar subiendo una colina.

Claramente consciente de la extraña situación, Schirmer decidió solicitar ayuda a la comisaría por radio--descubriendo que el aparato que funcionaba a la perfección hacía sólo minutos estaba completamente muerto. Para estas alturas, Schirmer podía ver claramente que su "vehículo averiado" era un artefacto con la forma de una bola de fútbol americano y de color plateado, con luces parpadeantes. El atónito policía rural llegó a ver como el aparato producía patas telescópicas que salían del fondo de su fuselaje y hacían contacto con la tierra.

Schirmer comenzó a sentir miedo. Su impulso inicial, comentaría posteriormente a los investigadores del caso, consistió en cambiar de marchas y abandonar el lugar a toda prisa, pero una fuerza desconocida le impidió tomar acción alguna -- salvo la de permanecer mirando directamente hacia el frente, contemplando con pavor la manera en que siluetas extrañas se bajaban del artefacto.

Durante una sesión de hipnosis en 1970 realizada por Loring Williams en Des Moines, estado de Iowa, Schirmer pudo recordar que uno de los ovninautas humanoides disparó un gas verdoso hacia el carro patrulla antes de apuntar un objeto resplandeciente a los ojos del policía a través del parabrisas. Otro de los tripulantes del artefacto le tocó directamente detrás de la oreja, causando una sensación transitoria de dolor, tras el cual Schirmer salió de su automóvil mecánicamente y pasó a ser interrogado por los supuestos extraterrestres

Uno de ellos apuntó el dedo hacia una pequeña central eléctrica al lado del camino rural, preguntando si se trataba de "la única fuente de energía" disponible. También le preguntaron si "alguna vez abriría fuego contra una nave espacial". El mismo ovninauta le preguntó al policía si le gustaría subir al vehículo para verlo por dentro: Schirmer aceptó la oferta y subió la gélida escalerilla de acceso al artefacto.

Contrastando directamente con los insensibles y mecánicos "Grises" que abarrotan los casos de encuentros con extraterrestres en la década de los '90, los "anfitriones" de Schirmer se mostraron sumamente amables, ofreciendo explicaciones, con lujo de detalles, sobre sus sistemas de propulsión, el propósito de sus furtivas actividades en la Tierra, y la ubicación de sus bases en nuestro mundo. La descripción ofrecida por el policía acerca del interior de la nave recuerda mucho al plató de la serie Viaje a las Estrellas: asientos, ordenadores con alegres luces parpadeantes (¡y cintas magnéticas!) y pantallas de visualización.

Los ovninautas advirtieron al policía que no debía divulgar lo que le había sucedido esa noche y le instaron a crear una mentira para salir del paso. Le escoltaron al fondo de la escalerilla, haciendo gestos para que regresara a su carro patrulla. Schirmer recuerda haber visto una luz roja salir del fondo de la nave, acompañada por un zumbido, en lo que la nave despegaba y salía disparada hacia el espacio, perdiéndose de vista "como una estrella fugaz". Las experiencias de Herb Schirmer llamaron la atención del Dr. Leo J. Sprinkle, en la Universidad de Colorado en Boulder. Este interés le llevó a hipnotizar al patrullero en 1968 en la presencia de miembros del célebre "comité Condon".

Aunque Herbert Schirmer no recibió el hostigamiento padecido por el policía Lonnie Zamora tras el incidente de Socorro en 1965, la magnitud de su experiencia con lo desconocido bastó para interferir con su deber como agente de la ley, y renunció de la policía poco tiempo después. De acuerdo con el investigador y autor Warren Smith, quien colaboró estrechamente con Schirmer durante las sesiones de hipnosis, el ex-policía se fue a trabajar con una empresa envasadora. Todo le iba bien en su nuevo trabajo hasta que se presentaron unos hombres--aparentemente agentes federales--a dialogar con el jefe de Schirmer, advirtiendo que el ex-policía "era de los que veían OVNIS" y por consiguiente, poco estable. Tales episodios le costaron a Schirmer no sólo su trabajo con la envasadora, sino muchos más en el futuro.

1973: “No es ninguna broma”

El 17 de octubre de 1973 sería recordado por los ciudadanos de Chattanooga, Tennessee como la noche en que dos policías se enfrentarían a lo desconocido, llegando a estar a menos de treinta metros de un objeto volador no identificado.

Los interesados en los fenómenos extraños tampoco olvidan que octubre de 1973 fue el mes más importante del “año de los humanoides”, como se designa el período de doce a catorce meses en que las autoridades lucharon a duras penas contra toda suerte de fenómenos raros, desde extrañas luces en los cielos y humanoides en los patios de la casas hasta manifestaciones del famoso “Bigfoot”.

El sargento Lester Shell y el patrullero Harry Jarrett recibieron los encomios de su jefe, el comisionado Gene Roberts, por su integridad e historial de servicio. Ambos agentes no tuvieron reparos a la hora de hablar sobre sus experiencias.

A las 7:00 p.m. del 17 de octubre, una mujer llamó a la policía para dar parte sobre un “gran objeto luminoso con forma de cigarro” que había aterrizado en una zona boscosa cerca de la escuela elemental Charles Bell en la localidad de Alton Park. Shell y Jarrett se personaron al lugar de los hechos, y Shell quería asegurar a la señora de que el evento casi seguramente tendría alguna explicación racional. El sargento afirmaría posteriormente que a pesar de no haber creído en ovnis, achacándolos a la imaginación popular, su opinión cambiaría totalmente esa noche.

Los policías se internaron en una zona boscosa y pantanosa, sorprendidos al ver que la luz aún permanecía en dicho sitio. Se bajaron del coche patrulla para poder ver mejor. El objeto tenía forma oblonga o de cigarro, emitiendo una luz blanca con matices azulados, y que se cernía sobre la superficie del pantano, tal vez a tres metros de altura. El objeto emitía un ruido siseante, y su tamaño era comparable al de dos coches patrulla colocados frente a frente. Los policías no percibieron olores extraños ni vieron detalles adicionales sobre la estructura del objeto desconocido. Ni el motor de la patrulla ni los sentidos de ninguno de los dos agentes se vieron afectados por la presencia del OVNI.

Shell tomó la decisión de acercarse al objeto, pero el aparato efectuó un ascenso repentino a una altura estimada de ochenta metros, posteriormente saliendo disparado del lugar hacia el espacio. El sargento Shell siguió su trayectoria, viendo que se dirigía hacia el espacio aéreo del aeropuerto de Chatanooga. Sin dudarlo, el policía se comunicó con la torre de control para informarles sobre el objeto desconocido, que en ese momento parecía estar al acecho de un avión de pasajeros que recién despegaba.

El comisionado Roberts visitó la zona del encuentro cercano con los patrulleros, pero no hallaron restos de la presencia del desconocido. Pero el “OVNI de Chattanooga” sería visto por policías y bomberos en otras comunidades circundantes en los días posteriores al encuentro de Shell y Jarrett.

Al día siguiente, la Sra. Carolyn Terrell se quejaría a las autoridades sobre una “gran luz brillante” que persiguió su automóvil desde su casa en South Pittsburgh (Tennessee) hasta el lugar donde trabajaba en Chattanooga. Indicó que el aparato tenía las dimensiones de una estrella cuando lo vio por primera vez, pero que al acercarse, era tan grande como su propio vehículo. Algunos adolescentes vieron “luces raras” en el cielo que los obligaron a refugiarse en sus casas.

Los alguaciles Eddie González y Frank López tendrían su propio encuentro con lo desconocido el 14 de noviembre de 1973, en Brownsville, Texas, durante la gran oleada de ese año. Los alguaciles se encontraban en la labor de transportar presos a la penitenciaría estatal en Huntsville cuando un objeto redondo, con luces rojas y amarillas, descendió del cielo a las 6:30 de la mañana para casi posarse sobre su coche patrulla, manteniendo una distancia de quince metros y siguiéndolos por espacio de treinta kilómetros.

El objeto extraño aceleraba si el coche patrulla aceleraba, y reducía su velocidad si el automóvil hacía lo mismo. González, quien iba al volante, intentó acelerar a 80 millas por hora (130 kmh) para evadir el objeto, pero sin lograrlo. Los tres presos que iban en el asiento trasero se morían de miedo. Desesperado, el alguacil se comunicó por radio con los departamentos de policía en Harlingen y San Benito, solicitando ayuda, y por suerte, los vehículos despachados desde dichos cuarteles alcanzaron a ver el extraño objeto que perseguía al coche patrulla. Las unidades del cuartel de San Benito afirmaron que un objeto redondo y anaranjado estaba a varios metros sobre el techo de la patrulla, y que mudó su color a blanco intenso antes de realizar un ascenso angular y alejarse de la zona. Durane ese mismo mes, el comisario de Brownsville tuvo que enfrentar casos de aterrizajes de objetos cuadrados en Port Isabel, al sur de su ciudad.


Sin fecha: Bellos colores, y un desenlace triste

La sargento de detectives Ingrid Dean ha incluido en su libro True Police Stories (Llewellyn Press, 2011) una narración que le fue contada por el uniformado Glenn Guldner de la policía estatal de Michigan en la población de Traverse City. Se trata de una experiencia singular que pudo haber sido la causal del cáncer que segó la vida de Guldner.

Aunque no se da una fecha específica, el uniformado Guldner dijo que era “temprano por la mañana, justo antes de la Navidad” cuando el sargento de turno recibió una llamada telefónica de una mujer que afirmaba ver “una cosa” suspendida en el aire sobre su granero, y quería que la policía investigase el asunto. Guldner y su sargento intercambiaron opiniones al respecto, y el uniformado salió hacia la casa de la testigo. Al llegar y tocar a la puerta, esta abrió y le preguntó a bocajarro si había llegado a ver el objeto a la par que se acercaba a la casa. El agente repuso que no, y la mujer le instó a entrar rápidamente para pudiese ver “aquello” suspendido sobre el granero.

Aunque el policía no anticipaba ver nada fuera de lo normal, al salir a la terraza trasera de la casa de granja, sintió que se aflojaban las rodillas y que la sangre se le iba del rostro: sus ojos no le mentían, y estaba presenciando un OVNI de dimensiones gigantescas: casi la mitad del largo de un estadio de fútbol, cerniéndose en silencio sobre el granero.

Guldner se maravilló ante los colores que ofrecía el espectáculo sobrenatural, describiéndolos como “bellos” y afirmando que al cambiar tonalidades, se podían percibir colores desconocidos al ojo humano.

Recuperándose un poco de su sorpresa, el uniformado se comunicó con el sargento, indicando que no se trataba de ninguna broma y que efectivamente había algo desconocido suspendido en el aire sobre la propiedad de la señora. Dentro de poco se les uniría un tercer testigo – un vecino cercano – atraído por las luces que había tomado por “relámpagos”. Los tres presenciaron el fenómeno policromático desde las seis y media de la mañana hasta las 8:30 a.m., cuando tres interceptores militares sobrevolaron la zona, como si su intención fuese la de “revisar” las actividades del aparato desconocido.

Los tres testigos manifestaron que el avistamiento había cambiado su concepto la vida y del papel que desempeñan los seres humanos en el universo. Trabaron una amistad que perduró hasta que ambos hombres sucumbieron a la misma enfermedad; la señora sigue con vida, pero insiste en mantener el anonimato.